Desde que el gran Ferran Adrià se había retirado a una ignota isla paradisíaca, donde, cuentan ciertas leyendas no comprobadas, vivía como un eremita, a base de moluscos y cocos, no había surgido en el planeta ningún cocinero como P. Lógicamente, P. se formó en aquel mítico Bulli, que hoy, como todos sabemos, se ha convertido en un macroedificio de apartamentos, el más alto de la atestada Cala Montjoi. P. mostró desde el principio, además de una rara perfección técnica (acaso obsesión), una sorprendente capacidad prospectiva y sintética en todo lo referente a la gastronomía.