Pierre Hermé es un número uno mundial. Después de haber triunfado en las mejores pastelerías, hoy dicta cátedra en sus dos negocios, de visita gastronómica obligada, especialmente el primero, así como en sus excepcionales libros. Cuanto hace llama la atención por la perfección o la genialidad, o por la genialidad perfecta. Entre tantas excelsitudes como ofrece, son celebérrimos los macarons, que se distinguen por sus diferentes consistencias, densidades, fragancias y sabores. Van cualitativamente del 8,5 al 9,75. Si hubiese que elegir, entre los más clásicos sobresalen el de café y caramelo a la flor de sal y entre los más novedosos y sofisticados el Ispahán ( biscuit macarrón, crema de lichis a las rosas y compota de frambuesas) y Jazmín (biscuit macarrón, crema a la flor de jazmín y té de jazmín). Estos últimos brindan una sutil textura exterior crujiente, muy frágil, que no ofrece la menor sensación de ruptura, que da paso a otra inconsistente, etérea, vaporosa...mágica. La quintaesencia del refinamiento táctil, aromático y sápido.