El Piamonte tiene una aportación mundial a la dulcería del chocolate, su maridaje con la avellana. La gianduia ha conquistado el universo gastronómico. De cuanto se ha elaborado con esta conjunción, he aquí la golosina más conseguida. Logradísima...
Si hay un producto suculento, gargantuélico y pantagruélico, que responde a la rusticidad más sabia, ese es el zampone. Tiene, reconstruida, la identidad de una pata de cerdo, deshuesada, tan sólo con cuatro huesos de las pezuñas que hacen más real el apéndice del cochino, y recubierta de la natural piel gelatinosa. Está rellena de carnes magras con grasa, todo picado en trozos masticables. Llama la atención, gastronómicamente, la gelatinosidad, exuberante; la jugosidad, asombrosa; la sabrosura, gourmande, y la aromatización de que hace gala, rica y equilibrada, tanto en hierbas como en pimienta.
La preparación exige una cocción de 30 minutos en la misma bolsa en que se presenta. Y después aconsejamos gratinarlo, para que la piel gelatinosa que envuelve las carnes quede crujiente, por lo que habrá que situarlo bajo el gratinador y darle vueltas para que se dore y ponga crocante por todo el exterior de manera uniforme.
Es típico comerlo en invierno y, sobre todo, en Año Nuevo, acompañando a unas lentejas.