El Piamonte tiene una aportación mundial a la dulcería del chocolate, su maridaje con la avellana. La gianduia ha conquistado el universo gastronómico. De cuanto se ha elaborado con esta conjunción, he aquí la golosina más conseguida. Logradísima...
Nos encontramos ante el mayor símbolo de la gastronomía española y ante el mejor productor del país. Sus jamones se exponen lujosamente en las tiendas más selectas de París, Milán, Berlín, etc., o se sirven en las barras especializadas y en los restaurantes más prestigiosos. Y es que Joselito no conoce fronteras, se sitúa en la cúspide mundial. Celebridad que merece - independientemente de las piezas, sujetas a múltiples vicisitudes - por su inquebrantable espíritu de perfección, que no supera ninguna otra marca de manjares, ni aquí, ni en Italia, ni en Francia…
Anualmente comercializa 40.000 Joselito Gran Reserva. Obtenidos de cerdos ibéricos que viven en libertad en el campo, en siete fincas propias y otras arrendadas, con una administración que supera las 70.000 hectáreas. Allí permanecen hasta la matanza, que suele ser a una edad de entre 18 y 24 meses, tiempo en el que comen lo que pillan, además de cebada, maíz y trigo. Luego hacen un mínimo de dos montaneras, que tienen lugar de octubre a marzo, en las que se alimentan además de bellota y hierba fresca.
El peso normal de un jamón es de 8 o 9 kilos, pero hay piezas menores y otras que llegan a 10 kilos e incluso los superan. La curación, a tenor del volumen y del mercado al que va destinado, se extiende entre 24 y 30 meses.
Aun a sabiendas que cada pieza es un mundo, que la calidad está sujeta a mil vicisitudes (la selección de raza de cada ganadero, el propio animal, la vida en el campo, la alimentación, la cantidad de bellota consumida en la montanera, el proceso de curación y el tiempo, etc.), se puede hablar de una serie de cualidades generales que cuando alcanzan la excelsitud se pueden definir. La vista contempla obnubilada cómo suda sustanciosidad. El olfato detecta aromas de carne noble con matices dulces y salados. Y el paladar se recrea en ese sabor único e indefinible que caracteriza al jamón-jamón, que es el de cerdo ibérico enriquecido con bellota.