7,5

Bens d´Avall de Sóller


Foie gras caramelizado
Benito Vicens
País: España
Localidad: 07100 Sóller (Mallorca)
Dirección: Urb. Costa Deià, ctra. Sóller-Deià
(+34) 971632381
Cierra: Enero, febrero, noviembre y diciembre. Julio y agosto: Lunes todo el día y mediodías de martes a viernes. Resto del año: lunes todo el día y domingos y martes noche
Precio: 55/75 €
Precio menú degustación: 65 y 75 €


 Atrás quedaron los tiempos en que Bens d´Avall corría contra reloj rumbo a la cima de la cocina insular moderna. Benet dio tanto en esa maratoniana cruzada que diríase que en algún instante la pasión le robó hasta el aliento. Así es como el talentoso cocinero y mejor persona, exhausto y desalentado, menguado por la indigestión de un banquete de desasosiego, renuncia al sueño de trascender, habiendo trascendido ya. La cocina de Benet no irradia fulgurosamente en lo que a creatividad se refiere, sin embargo, su restaurante sigue siendo, en esencia, lo que siempre ha sido: un lugar conciliador para el alma y para el paladar; la magia de un emblema que nació en la virtud del carisma gastronómico balear. Almorzar en un anfiteatro de hermosísima luz mediterránea o cenar en el balcón de uno de los ocasos más bellos del planeta, al punto en que te llevas a la boca un pedacito del pasado y del presente de Mallorca, es una experiencia que sobrevive a épocas y paladares. Su obra, reflexión comprometida, perfecta simbiosis de técnica y sensibilidad, recrea en un menú degustación de cinco entregas un viaje por los sabores y olores de su cocina, a través de ejecuciones tan virtuosas que sobrecogen. Ya no hay quien peregrine a este templo de los sentidos en busca de exhibición conceptual ni preclariedad coquinaria, ciertamente de aquel cocinero visionario tan sólo quedan los rescoldos, sin embargo, casi sin querer, Benet ha conseguido algo todavía más difícil si cabe: convertirse en un clásico. Valgan de ejemplo las sopas mallorquinas de producción ecológica, agua de montaña y huevo de corral, que tantas veces han llenado y llenan de gozo a todo aquel que se aboca a su degustación plácida y sosegada. El Carpaccio de gamba roja de Sóller o el arroz brut que tantos paladares han seducido, entre plato y plato, por el susurreo de la leyenda viva de un pueblo. O la nunca suficientemente venerada lechona mallorquina, de suculencia extrema en la mantecosidad de una carne trabajada durante horas a baja temperatura, con costra crujiente acabada al horno de leña, acompañada de piel de naranjas locales y enebro o bien con parmentier y verduras de su huerto, conducen al delirio incluso al más tosco de los paladares. En cuanto a los postres, en esta ocasión remarco la excelencia del húmedo, compacto y adictivo gató de almendras mallorquinas.