Siempre abarrotado, y eso que es grande, de adinerados portugueses que van a comer mariscos y pescados apenas cocinados. Ahí radica su éxito, en la naturalidad, la sencillez, el producto sin ninguna complicación conceptual, técnica...de ningún tipo. En definitiva, una gastronomía elemental sustentada en la calidad de los géneros oceánicos que se tratan a tenor de criterios tradicionales ofreciendo siempre referencias convencionales. Nada tiene especial relevancia si bien cuanto se come resulta más que digno y en algunos casos hasta se distingue por su nobleza. La satisfacción prevalece con creces sobre los valores culinarios.
Mariscos y pescados se exponen exuberantemente en la sala e, incluso, los camareros pasan por las mesas con unos cestos mostrándolos a los comensales, que pican dada la bondad que aprecian. Montañas de cigalas, gambas, camarones, carabineros, langostas, bogavantes, langostinos, centollos, bueyes de mar, ostras, almejas, mejillones, etc, que reciben tratamientos simples: cocidos, plancha, al vapor y en algunos casos guisados en recetas populares. Es conveniente inclinarse por los frutos de mar que mejor pinta tengan y a ser posibles pescados en aguas próximas; igual procede con la retahíla de peces: lubina, salmonete, sargo, cherne, lenguado...que se hacen al horno, a la parrilla, a la sal, fritos en otros casos, siempre con maneras y puntos costumbristas. Por lo que es menester solicitar al camarero, e insistir en la petición, que gusta el pescado jugoso, bastante menos hecho de lo que se consume habitualmente en la zona, será la única manera de salir exitoso del empeño. Si se logra, la lubina y el sargo son extraordinarios, basta con que no se pasen. También merece especial atención el bacalao asado a la brasa, un lomo grande, que queda dorado y con una especie de costra muy sabrosa por el exterior, consecuencia de un fuego vivísimo, al que se realza con un refrito de ajo y se acompaña con unas manjarosas patatas asadas a la sal, además de huevo duro y aceitunas. Las gambas blancas denotan calidad y pasan por la plancha certeramente. Las cigalas son por volumen, frescor y cocción un verdadero primor. En fin, que si el comensal anda avispado puede comerse alguna que otra excelsitud marina en un punto aceptable.
Por lo demás, maravillosas vistas sobre el Atlántico, incluida terraza, ya que está situado sobre la playa de Guincho.