El Piamonte tiene una aportación mundial a la dulcería del chocolate, su maridaje con la avellana. La gianduia ha conquistado el universo gastronómico. De cuanto se ha elaborado con esta conjunción, he aquí la golosina más conseguida. Logradísima...
El pan dulce más placentero que uno pueda llevarse a la boca. Típico de Italia, se consume sobre todo en Milán, especialmente en las Navidades, el 6 de febrero, fiesta de San Biagio, y en las celebraciones de nacimiento o bautizo. La fórmula tradicional se compone de harina, mantequilla, azúcar, levadura de cerveza, yemas de huevo…, aunque las dos versiones que ofrece Paco Torreblanca tienen una impronta muy especial. Lo que no quiere decir que esté mucho más lograda la de chocolate que la de frutas y el formato de 1.000 gramos que el de 500 gramos.
Hablando de la hermosa pieza de chocolate, la primera particularidad radica en la forma: algo más esbelta que la habitual de cúpula, recuerda más bien a un gorro de cocinero, que aparece abrillantado por una glasa de almendra, avellana, cacao… y salpicado de lunares blanquecinos de azúcar. La segunda son los sabores que proyecta: impera el chocolate, que contrasta idílicamente con el dulce, también aparecen sutiles tonos amargos, propios de la cobertura negra de cacao y de la ralladura de naranja, así como aromáticos, derivados de cinco especias. Superesponjoso, resulta jugosísimo, “húmedo”, y permanece tierno durante un mes, siempre que esté cerrado en el papel de celofán. Ello gracias a la mágica sustitución de la levadura de cerveza por una levadura natural de fermentos de uva. En fin, exquisito, refinadísimo, insuperable.