Las cosas de comer o, al menos, sus nombres, suelen andar, como parece lógico, en boca de todos; de hecho, las empleamos en multitud de frases hechas, de comparaciones, de retruécanos...
Me acuerdo que, de niño, siempre me extrañaba aquella manía que tenían muchos adultos de establecer comparaciones y diferencias entre la velocidad y el tocino; venían a decir algo así como qué tiene que ver la una con el otro, o que no había que confundir ambas cosas, no sé bien.