Los pájaros, gorriones, al parecer, entraban volando por las ventanas del hotel y comían las sobras del menú de adelgazamiento. No estaban gordos; lo que querían era engordar.
Sin pasar por la recepción, es decir, ahorrándose la factura final, picoteaban un poco del cóctel de langostinos con salsa de yogur a la menta, tortilla de acelgas con finas hierbas, chuleta de ternera en costra de setas, o rollo de lenguado a la florentina.