Elegante, aterciopelado, redondo. Una simbiosis entre tradición y modernidad, mejor, modernidad comprensible por los tradicionales, con un equilibrio encomiable entre fruta y madera. Profundos y persistentes aromas a bayas negras y rojas confitadas con notas especiadas, un tanto balsámico, con matices minerales. En boca se muestra sedoso, reproduciendo las sensaciones olfativas, más un suave y permanente frescor derivado de un tenue y permanente amargor sobre un fondo acido y tánico, muy dúctil.
80% tempranillo y 20% mazuelo. La crianza duró 18 meses, los seis primeros en roble del Caúcaso y los 12 siguientes en francés Allier. Después de pasar año y medio en botella sale al mercado.