Sin lugar a dudas, no conocemos un confit en el mundo que supere al de Martiko, incluidos los más artesanales y afamados de Francia, que casi siempre pecan de lo mismo: cocciones ancestrales con consecuencias gastronómicas mortuorias. Por el contrario, el inolvidable Peio Martikorena rompió moldes, supo actualizar el concepto, adecuándolo a los valores imperantes en la alta culinaria moderna. O lo que es lo mismo, las carnes de los confits Martiko sobresalen por su sabor natural, exultante jugosidad, manifiesta ternura y atractiva pinta ajamonada, consecuencia de la técnica y tiempo de elaboración, que preserva las cualidades intrínsecas del palmípedo.
Igual de conseguidos en cuanto a preparación los muslos que las alas o delicias; si bien los primeros pueden considerarse algo superiores a las segundas, a las que ganan en presencia y tamaño. Aunque parezca paradójico, son preferibles las piezas que se comercializan en conserva a las en semiconserva, o lo que es lo mismo, las que se venden en lata a las que se adquieren en bolsas de plástico al vacío y todo ello en caja de cartón.
Y un último factor a resaltar, su relación calidad-precio es imbatible.