Un restaurante, el de los hermanos Sacco, Marco se ocupa de la cocina y Carlo de la sala y bodega, auténtico, en el que prima el rigor, el paisaje gustativo, los sabores tradicionales, la evolución en las formas...tantos y tantos valores ante los que el comensal se siente a gusto. Cuando uno degusta sus panes, por ejemplo, la focaccia o el de parmigiano-reggiano aprecia la inmensa cultura que hay detrás de cuando se hace y la meticulosidad con que se procede. Cuando uno comprueba la impregnación de los aromas de madera en los asados a la brasa sobre pescados o carnes para disponer luego fórmulas evolutivas y complejas le roban el corazón. Siempre hay mesura, se sopesa cuanto se oficia, nos encontramos ante una originalidad aplicada a la montaña, supeditada a su idiosincrasia. Culinaria, por tanto, profunda dentro de la modernidad.
La hamburguesa de trucha del Mergozzo, ligeramente ahumada por Marco, espolvoreada con pan rallado al vinagre balsámico, con cebolla en tempura y mayonesas de eneldo, páprika y curry explica a las mil maravillas la filosofía de la casa: sabores convencionales, innovación a la hora de articular, derroche de trabajo y elementos, ornamentaciones exhaustivas...con el común denominador del sabor, de la ricura, de la calidez sápida. Otra fórmula convencional y con carácter salpicada de contrapuntos chispeantes: flan de queso Bettelmatt con ligera mostarda de pera y salsa de arándanos silvestres especiada. Los ñoquis de patata enriquecidos con Bettelmatt más caracoles al ajo y perejil encarnan los más sencillos, suculentos y ancestrales valores; proporcionando una prosaica e inmensa satisfacción. La pasta proporciona grandes estímulos, como en el caso de paccheri con vieiras, tomate y albahaca, para merecer y recrearse en el sobresaliente ; los tagliatelle de harina de castaña, de un sabor y una textura únicos, que se ven adornados con tropiezos de lavarello, cebolleta y queso mascarpa ahumada; sin lugar a dudas, un momento cumbre para todo gourmet que se precie.
Atención a los pescados de lago, el lavarello con hongos, mousse de hierbas, gelatina...; el lucioperca al vapor con compota de ruibarbo, pure de zanahorias...; la anguila en doble cocción con endibia braseada y jugo de ternera al perfume de cítricos; siempre expresivos, siempre jugosos, siempre exuberantes en motivos. Y por nada del mundo hay que dejar de probar el carré de cordero a la brasa, inmaculado de sabor, impecable de hechura, en costra de pan y perejil con paté de su hígado, mollejas, jugo de cordero...la intemerata.
Por lo demás, ubicado sobre el mismo lago de Mergozzo, con unas preciosas vistas y un trato afable y muy profesional de Carlo.