Da la impresión que Manolo de la Osa ha dejado de cocinar en buena medida para la galería, entiendase gourmets y críticos y se ha decantado por recetas más posibilistas. Se ha decantado, en su madurez, transitoria o no, nunca se sabe con este personaje, en valores más convencionales. Juega con cartas ganadoras: productos ciertamente nobles, saber hacer académico, memoria histórica, suculencia refinada y ciertas licencias imaginativas, las justas y asumibles, las necesarias para marcar la diferencia sin excesivas pretensiones.