Típico restaurante gallego en el que se sirven materias primas nobilísimas hechas elementalmente o con recetas históricas. Los puntos de cocción son convencionales si bien actualizados. Como los aderezos brillan por su inquebrantable sencillez los sabores se muestran naturales y harto comprensibles.
Como está en Alicante, incorpora los mariscos mediterráneos, en concreto los de la zona. Quisquillas de Santa Pola cocidas, gambas rojas cocidas o a la plancha, cigalas…que salen en un estimable punto de cocción, preservando jugosidad y características sápidas. Las zamburiñas al horno salen ni muy ni poco hechas; al gusto general. Los pimientos del Padrón alcanzan su cenit en verano y responden a las expectativas que se tiene de ellos; en absoluto aceitoso, nada picantes y con apenas hollejo. El lacon aliñado es gran nobleza y el punto de acidez rebaja su potencia. El chorizo gallego a la brasa, que sale cortazo en finas láminas, muestra la contundencia de los paladares rurales gallegos; estupendo en su autenticidad. El pulpo a feira sale en un punto de textura ni blando ni duro, con un aderezo de aceite, pimentón y sal muy equilibrado, que aumenta la sabrosura sin minimizar las carnes del cefalópodo. Las patatas gallegas, realmente artesanales, de una cremosidad inusual y de una exquisitez insólita, se aderezan además de con los elementos de la ajada, con una salsa verde que le aporta un “siesno” diferenciador dentro de los parámetros archiconocidos. Y la carne a la piedra es la carne a la piedra: solemne lomo que cada cual en trozos no muy gruesos se prepara delante de sus narices según intuición o doctoralidad subgeneris. El comensal se lo hace a su gusto. Eso pretende la casa en todos los casos, satisfacer las apetencias de cada cual.