Felipe Pérez Palomar es un motero cubierto de tatuajes y con melena al aire que cocina por puro placer. Este libertino es, paradójicamente, un conservador en su manera de guisar, quizás por influencia de su señora, María Teresa Río, que regenta un chiringuito en la playa. Un costumbrista populista. Sus especialidades son los platos marineros de cuchara. Arroces sustanciosos, calderetas de langosta y bogavante y el caldero, que en verdad es un plato que no se saltan en un mano a mano Gargantúa y Pantagruel. Están los calderos de Santa Pola, los de Tabarca, los de Guardamar y el de Felipe, EL CALDERO. Por supuesto que hay que reservar y ser por lo menos tres. A la cazuela van lo mejor que el maestro haya adquirido ese día en lonjas y barcas. Asi puede haber dentón, gallineta o cabracho, serviola, galeras…eso nos toco a nosotros. Pescados superfrescos, hechos a la manera de los pescadores, potenciados por un fondo sabrosísimo que aúna el jugo del pescado con ñoras, tomate, alioli…
Los arroces son también suculentos, sea el caldoso de galeras y gambas, sea el de musola, sea el de bogavante o sea el de pulpo; no se escatima ni condimentación ni tropiezos. Aquí se zampa a conciencia y se consigue la felicidad carnal del comensal. Filosofía que se lleva a las mezclas, en las que prima el conjunto y su contundencia, otro testimonio lo tenemos en los tallarines de sepia con guisantes y atún.
Amplia oferta de mariscos: gamba roja de Santa Pola, cigalas de tronco, quisquillas y gambas blancas cocidas, langosta, etc. Y de pescados a la sal, especialmente relevante el dentón, que sale jugoso y sabroso a más no poder. Y para picar las huevas de dentón con zanahoria y fresas son una exquisitez y las alcachofas con jamón y salsa de oporto un plato muy fácil y convincente.