Fidel Puig y Santiago Rebés han asentado, como no podía ser de otra manera, su magnífico proyecto de gastronomía posibilista. Hasta tal punto, que el restaurante está siempre lleno, doblando las mesas todas las mañanas. La explicación es bien...
Tomás Franco y su hijo Rubén, propietarios del restaurante Los Remos, han dado con la piedra filosofal: un gastrobar en la playa para comer informal y bien al precio que desee el comensal. Estamos ante un bar con bistrot o un bistrot con barra. Sobre ésta acreditados champanes y vinos por copas; importantes mariscos: gambas, cigalas, langostas, ostras Guillardeau, etc.; infinidad de tapas tradicionales y originales; bocatas y sándwiches de todo tipo y estilo… infinidad de propuestas para todos los gustos y apetencias. Y en un ambiente moderno y muy agradable. Ni que decir tiene que los fines de semana y en el verano está a reventar.
Morrocotudo el flamenquín de lacón relleno de queso de cabra, nueces y espinacas. Igual de lograda la brandada, con un cariz un tanto rústico, por la manifiesta presencia de la patatas chafadas y trabadas con abundante bacalao. Magníficas las alcachofas fritas con huevo, taquitos de jamón y hierbas fritas. Memorable por jugosidad e inmaculabilidad del producto el bacalao en tempura, logradísima también ésta, con alioli de pimientos del piquillo. Conseguidos y muy ilustrados los arroces, sea el “Estapati” con tiras de ibéricos, tirabeques y garbanzos, sea el de conejo, pollo y cerdo ibérico con alcachofas.
Vamos, que en este gastrobar se puede tapear o zampar desde una manjarosa gamba roja impecablemente cocida hasta una suculenta y gelatinosa carrillera pasando por un gulesco pan relleno de revuelto de morcilla o un elegante y virtuoso foie gras fresco a la plancha con un abanico de peras confitadas al vinagre de Modena. Tapalandia.