Cada día propone una quincena de primeros platos diferentes, otros tantos segundos y un número similar de postres para que el comensal elija. Cada día cambia por completo la carta en función de lo que se ha comprado. Y cada día, de lunes a viernes, comer aquí no llega a costar una docena de euros. Así las cosas, una de dos: o todo está tan malo que no se puede comer, o el éxito del establecimiento es sobrecogedor. Pues lo segundo. Ingentes cantidades de personas –entre ochocientas y mil por servicio- abarrotan los comedores, porque, además, todo resulta correctamente elaborado y, por si lo anterior fuera poco, las cantidades que se ponen en el plato son descomunales.
No será fácil encontrar un menú del día semejante. Lógicamente, las cocciones son muy convencionales, desde un punto de vista gastronómico muy largas, pero, a fin de cuentas, aquí de lo que se trata es de dar de comer como el cliente lo haría en su casa y, no nos vamos a engañar, pocos son los hogares familiarizados con puntos más ajustados.
Potajes, verduras, sopas, ensaladas, etc., componen los primeros platos. El cocido, por ejemplo, realmente correcto, consta de garbanzos, berza, morcilla, panceta, chorizo, patata y zanahoria; en sí mismo, una comida completa. Por su parte, la menestra de verduras, que se ilustra con abundantes lascas de jamón, panceta, etc., para que nadie piense que no le va a quitar el apetito, es realzada con un sustancioso caldo al que el cochino ha aportado abundantes calorías. El resultado, como en todos los casos, es gratificante.
De segundo, la oferta se divide, a partes más o menos iguales, entre pescados –por cierto, pescados frescos- y carnes. De entre los primeros, uno puede zamparse un par de tajadas de bacalao en salsa de pimientos verdes, que, en este caso, incluso sorprende por lo jugoso del mismo. En relación a las carnes, por ejemplo, un par de carrilleras de cerdo asadas, irreprochables en calidad y hechura en relación a lo que es la oferta de la casa y que, además, se acompañan de unas patatas fritas que, o engañan mucho, o son naturales, no de esas congeladas que proliferan en los menús del día.
En cuanto a los postres, si uno llega entero, podrá decantarse por una tarta de manzana, arroz con leche, natillas y cosas por el estilo. Si busca algo más ligero, le ofrecerán tres o cuatro variedades de fruta. Si desea algo más refrescante podrá elegir entre cuatro o cinco helados diferentes y, si nada de esto le apetece, también podrá optar por cuatro o cinco tipos de yogur.