8,5

Le Giare

Gianluca Gorini y Claudio Amadori
Nazionalita: Italia
Localita: 47020 Montenovo di Montiano
Indirizzo: Via al Castello 368
mapa
(+39) 054751430
Chiusura:: Lunes, Martes y todos los mediodias salvo fin de semana.
Prezzo: 70/100 €
Menu di degustazione: 45 y 65 €


  • Rosso: Langostinos Agridulces al Vapor con Cubos de Sandia y Bitter, Polvo de Alcaparras y Hojas Verdes
  • Verdel Ligeramente Ahumado con Remolacha y Vinagre de Pinot Noir, Licuado de Mirto y Brotes
  • Calamares a la Plancha con Granizado de Lechuga de Mar, Salicornia, Hierba del Buen Enrico, Pimienta Rosa y Lima
  • Conejo al Te Verde con Miel y Alcaparras
  • Salchicha, Cerveza y Cebolla
  • Paccheri con Trufa, Queso Pecorino, Anchoa en Polvo, Salsa de Marsala y Flores de Calabacín
  • Cappellacci: Tortelle Rellenos de Berenjena con Ricotta de Cabra, Tomate, Sésamo y Salsa de Cebollino
  • Risotto al Estragón con Carpaccio de Gambas,Jugo de Crustáceos,Comino y Aceite.
  • Noquis de Patata con Conejo Guisado, Flores de Hinojo, Mantequlla de Piñones Tostados y Aceitunas Negras Picadas

  Restaurante a seguir con tendencia claramente alcista. Este 8,5 es una realidad reconocida en cuanto visión de apuesta de futuro. Sus platos merecen esa altísima calificación... si bien hay que esperar que el nuevo tiempo iniciado en el negocio se asiente. Que se consolide la asociación de un empresario lúcido y con un gran bagaje en los negocios hosteleros, el ínclito Claudio Amadori, con un joven cocinero, Gianluca Gorini, que ha sido el segundo de Paolo Lopriore, el chef más vanguardista de Italia. De esta asociación nace la nueva etapa del bellísimo restaurante de Claudio, en la que a un marco paradisiaco y unos precios muy interesantes, hay que añadir una excelente cocina, eso sí, muy posibilista en su magnitud. Ni una sola estridencia...todo hecho para gustar a una clientela variopinta. Los sabores no pueden ser más italianísimos y el fondo de cocina atesora lo aprendido en una de las culinarias más creativas, sabias y técnicas del país y de Europa, la de Lopriore. Uno queda conmovido por la sapiencia del joven cocinero y el pragmatiso del emprendedor. Platos humanos divinos, o divinos humanizados. Una culinaria en verdad placentera y cercana...que trasmite sabores próximos en construcciones sesudas e ingeniosas. Se percibe la frescura, de las ideas y de los géneros, que se cuidan muy mucho. Y la nobleza del mensaje y en que manjares se sustenta, en verdad estelares. Este es un restaurante para recomendar a todo el mundo, dada su solidez y resultados.
El aperitivo no puede ser más esclarecedor: unos trozos de verdel ligeramente ahumado con remolacha y vinagre de pinot noir, licuado de arrayán o mirto y diversos brotes. Máxima calidad y naturalidad con un mensaje fresco y sencillo. Nada en el quehacer del chef es forzano, parece que las composiciones brotan talentosamente. Incomensurable el plato que lleva por título Rosso. Dos langostinos al vapor saborizados agridulcemente dispuestos entre coloristas y excitantes cubos gelatinizados de sandia y bitter, más polvo de Alcaparras y algunas hojas verdes. Producto 10, cocción 10, contrastes 10 y escenificación 10. Y sin ningún alarde de nada.
Juvenil y verde: calamares a la plancha con granizado de lechuga de mar, salicornia, hierba del Buen Enrico, pimienta rosa y lima. No puede ser más inmaculado ni más liviano marcando la diferencia en el sentimiento del cocinero. ¿Qué hace entre las entradas la salchicha, portentosa salchicha con forma de albóndigas, con cebolla encurtida y espuma de cerveza? Pues no puede ser más informal, ni puede proporcionar más sabrosura. Vamos, que la casa no tiene ningún prejuicio...gula, gula y gula. Otra entrada a su vez contundente, para seguir mascando y llenando el paladar: un selectísimo conejo con té verde, miel y alcaparras, además de hojas crudas.
Para que no haya dudas de que se es muy generoso en los géneros en escena y que se siente pasión por la cultura intemporal: unos impecables paccheri, ciertamente al dente, de masticar, rebosantemente coronados con trufa, aderezados con queso pecorino, anchoas y una salsa de marsala. No pueden estar, una ve más, mejor acabado el plato. Constante que vuelve a certificarse en otra fórmula de pasta: los Cappellacci. Tortelle rellenos de berenjena con ricotta de cabra, tomate, sésamo y salsa de cebollino...exquisitos, inconmensurables, en su densidad, en su cremosidad. Cocina saciadora que vuelve a evidenciarse en el risotto al estragón, enriquecido con un tartar de gambas y una esencia de mismo marisco, más comino y aceite. Suculencia refinada y redonda. Y concluyó el festín con otro plato pantagruélico y, a la vez, refinado: los ñoquis de patata con conejo guisado, flores de hinojo, aceitunas negras picadas y mantequilla de piñones tostados. La comida no puede proporcionar mayor satisfacción. Perfección mundana. El arte, porque aquí hay arte, no puede ser más humano. ¡Qué cocina!