Els Casals es más que un restaurante, o más que un hotel con restaurante. De hecho, podría decirse que el restaurante Els Casals es el punto en el que culmina el ciclo vital. La familia Rovira tiene un restaurante, sí. Pero la familia Rovira tiene, también, una finca con corral, establo, piara, huerta e, importantísimo, un completo control de cuanto le rodea. Así, lo mismo fabrican los piensos, que controlan la selección genética de los animales, etc. De esta forma, te pueden sorprender con que han recuperado gallinas de una raza que ya ni se sabía que existía, o una variedad de tomates que hacía décadas que había dejado de cultivarse.
Es fácil, pues, imaginar que si en Els Casals probamos una sobrasada, ésta comienza a “cocinarse” en el momento en el que nace, o incluso antes, el animal. Y no sólo eso; una vez “fabricado” el producto, el control de la curación y demás detalles es tan absoluto como personal. Así, el resultado final siempre es diferente a lo ya conocido, independientemente, como es el caso, de que se presente con miel y pan con tomate, o de otra manera. No obstante, no es sólo esto lo que confiere valor al restaurante, no. Realmente, hay que considerar también que Oriol Rovira es un excelente cocinero capaz de sacar el máximo partido a sus productos. Y hay que afirmar, también, que, además, es inteligente, pues su cocina no se limita, ni muchísimo menos, al “aprovechamiento” de lo que hay en su casa. Que nadie caiga en la tentación de pensar que aquí se rinde culto a alguna suerte de –dicho en tono peyorativo- nacionalismo gastronómico. En absoluto. A lo que se rinde culto, realmente, es a la excelencia. Excelencia que se puede encontrar en lo que su familia hace, sí; pero excelencia, también, en lo que no hace. Oriol no renuncia a nada. Jamás dejaremos de encontrar ostras en su cocina, por poner el caso, porque no sean de su finca. De hecho, las encontraremos siempre y, siempre, de la máxima calidad; en este caso con remolacha y vinagreta de limón y cebollino. O sea, que la cocina de esta casa es de vocación universal. Partiendo de su entorno, eso sí, recordando sabores de siempre, eso también, en suma, con arraigo -meloso de capón con alcachofas, gamba a la sal cocinada en la brasa, pichón al horno con patatas asadas y ajo y perejil, mini mongeta con tocino ibérico, jamón, dulce de membrillo y salmonetes…-, pero universal –cochinillo asado con fideos de maíz, café y hierbas…-.