Un extraordinario chorizo, que si bien se puede consumir tal cual, adquiere su idoneidad cocinado. En principio, como mejor, cocido: sólo con agua o sidra, en cualquier olla, en fabada, etc. También admite muy bien otros tratamientos: asado al horno o a la parrilla, frito... para acompañar unos huevos con patatas, por ejemplo.
Sabor intenso y a la vez equilibrado, sin que sobresalga nada en especial. Lo que más llama la atención es precisamente la nobleza de las carnes (papelilla, jamón y panceta de cochino), la justeza de la grasa y la perfecta aromatización del pimentón, en el que se entremezclan La Vera y de Murcia. Siempre que no se haga en exceso, resulta jugoso. No cansa, pese a su sustanciosidad incita a la gula.