Amigos, familiares y conocidos estamos acostumbrados a comentar y reunirnos en torno a una mesa y siempre hay unas cuantas coincidencias: Cuanto sabemos de vino, mucho más de restaurantes y cocineros y estratosférico lo bien que cocinan en nuestras casas alguno de los del grupo. Es un tema siempre recurrente y del que suelo llevarme la razón por varios puntos: 1.- Porque lo tengo más que estudiado, preparado y analizado y 2.- sobre todo porque lo llevo guionizado en mi mente –sé que hago trampa-. La verdad es que la culpa de todo ello la tiene mi querida esposa. Desde siempre y fuera del grupo ha rebatido todo comentario y elogio al tema de debate: “Que bien cocina fulanito”. Y no porque no lo desarrolle bien la persona en cuestión sino más bien porque hay muy pocos con el mérito de ese galardón. Mi mujer es de las personas que te dan la idea y con la escusa que no sabe “expresarse“ tiene que ser uno mismo quién se ponga cara a la “sartén y se ensucie las manos”. Luego ya saben cómo acaba la historia: “Ves cariño, entiendes y trasmites a la perfección lo que tan sutilmente te he comentado, somos tal para cual”.
Pues bien, puestos en harina vamos a comenzar. Es del todo habitual entre nuestro vínculo oír que Paella hace Javi!; Joaquin borda la fideuá!; como cocina Rafa, no lo sabes tú bien!; mis croquetas no las supera nadie! y ahí pasamos a la carne, pescado, arroces, cocidos y otras tantas elaboraciones se puedan imaginar. A la conclusión que quiero llegar -y que ya lo apuntaba mi mujer- es la siguiente: Debemos distinguir correctamente aquel que hace un buen plato de domingo, borda un arroz o fusila alguna que otra receta de libro/revista elaborada, del que cocina y se maneja en fogones en todas sus facetas. A los primeros mi enhorabuena por la dedicación, empeño y convicción, a los segundos simplemente que es un placer cuando cocinan y que sigan en ello con la boca cerrada. Leí en un artículo que para dominar una materia debemos desarrollar más de 10.000 horas de estudio/práctica sobre la misma (de entre 6 a 7 años a jornada completa 8 horas día), a partir de ahí cada cual con su pericia, aptitud y actitud. Pues valoren ustedes mismos.
Ya saben los que me conocen, que debo respeto absoluto aquel que se pone a cocinar para otros tantos, aunque no soy amigo de las pruebas e inventos culinarios en familia. Cocinar es un mundo: Supone dominar la cocina propiamente dicha, la gastronomía, la habitación de cocina, los aparatos. Todo ello mezclado es la forma creativa de preparar un alimento, conocimiento, interpretación, visualización rápida de la materia que tienes en tu mano, utilización debida de cómo aprovecharlo estudiando cada componente para llevarlo de la manera más eficaz, rápida y solvente a la cultura de la mesa; Manejo de la instrumentalización, desde la olla, la sartén, batidora como ejemplos, a la utilización debida del fregadero y otros múltiples componentes de la propia cocina; Limpieza y orden, protocolos y control del tiempo, realización de varios recetarios a la vez. Hagan la prueba para descubrir a la persona que sabe cocinar con pericia y solvencia: Habrán una nevera –siempre que esté llena- y con los elementos de la misma, los que pueda dar la alacena y tiempo tasado hagamos tres elaboraciones. Ahí lo tienen, eso es cocinar. Lo demás está muy bien pero no debemos pararnos en un plato o receta. Sorprendamos y veremos lo que somos capaces de hacer.
Por ello queridos lectores, cuando vayan a un restaurante buscando cocina, sepan lo que pedir; cuando ir; entender los problemas de la cocina; algún tiempo de espera entre platos; algún desliz del servicio; alguna elaboración que no está como en otras ocasiones a la altura del local, pero sobre todo sepan que no se puede dar todos los días la excelencia que quieren los cocineros y los jefes de sala puesto que el número de comensales y los números hoy en día cuentan y tanto que preocupan. Vamos a pensar un poquito en todo ello y sobre todo dar las gracias a Eugenia por haberme plasmado la idea de lo que les debía contar.