El producto estrella de una empresa que se ha distinguido por preservar la calidad de la charcutería artesana en su industrialación. El volumen limitado de producción, la cocción a baja temperatura y la calidad de la materia prima que emplea son determinantes. En consonancia, esta “cabeza de jabalí”, como se conoce históricamente a este producto, marca la diferencia en primer lugar por la utilización de cerdo ibérico, lo que incentiva su sabrosura, así como por la nobleza de las partes que se seleccionan, carrilleras y lengua, que aparecen salpicadas de motas verdes de pistacho, con una presencia magra y sonrosada, homogénea, muy atractiva. Quedan inmaculadamente reflejados todos esos ingredientes en el paladar, que se muestran tersos, jugosos y sabrosos, impregnados de un leve regusto especiado, pimentado, que aromatiza y da carácter sin alterar lo sustancial.
Se puede comer como entremés, fría, cortada en finas lonchas; o se puede meter al horno a calentar hasta alcanzar 80 grados, partida con una altura de un centímetro, o algo más, como si fuese un guiso, servida con una guarnición.