Bar y restaurante legendarios de la Parte Vieja donostiarra, que viven , desde agosto de 2012, una nueva época, con la llegada a regentarlo de Pablo Loureiro, uno de los mejores parrilleros de Euskadi, que junto a Bittor Arguinzoniz “Etxebarri” y Pedro Arregui “Elkano”, han llevado las ideas de la alta culinaria a la brasa. Esto se podrá disfrutar en el primer piso, donde se encuentra el comedor.
En la parte de abajo, a pie de calle, la más populosa de la zona, se encuentra el bar. En la barra hay buenos vinos y, desde siempre, el mejor servicio de txakoli. Txomin Etxaniz brinda lo más selecto de su bodega de Getaria. Caldo o cervezas que pueden acompañarse con productos estelares tal cual, algunas banderillas tradicionales y media docena de platos de alta cocina en consonancia con la categoria del chef. Estos son los mejores pinchos que con neta diferencia se pueden comer en Donostia. Por orden de preferencia, el más que interesante el hongo a la brasa, cuya cabeza entera y el pie troceado y salteado con piñones, se sirve en compañía de una yema de huevo, cruda y caliente, una crema de patata y un fondo de carne; realces en verdad refinados y esbeltos. En parecida filosofía, en similar estructura, encontramos unos ontológicos medallones de pulpo, tersos y bravios, intercalados en una brocheta con panceta, que se enriquece con berza salteada y migas, depositados sobre la muy lograda crema de patatas, la misma que da gracia y esplendor a la primera propuesta. El estilo y la cremosidad vuelven a quedar constatados el la vieira con huevas de trucha, ajoblanco, almendras troceadas y polvo de pistacho, receta, como las anteriores, de gran categoria y consumación. Es menester insistir que el fondo de cocina y los criterios que se aplican, distan muy mucho de otros al uso en las barras donostiarras. Al mismo nivel que la vieira se encuentra el bacalao, por calidad del producto y por cocción a baja temperatura, que sale jugosísimo e inmaculado, en compañía de un pil pil de vainas y de un puré de aceitunas negras. El taco de foie gras salpicado de brotes depositado sobre una crema de pochas enriquecida con jugo de pato tiene una aceptación insuperable, dada la nobleza del producto y la suculencia del fondo. A su vez gulescas las carrilleras al vino tinto con verduras salteadas y puré de patatas.
No hay más, ni falta que hace, ni es posible, si se quiere asegurar la consumación de las articulaciones dada su envergadura. Claro que el jamón está a la altura de la casa, Carrasco atiende a Pablo Loureiro como a un privilegiado, y, aunque se corta a máquina, como hístóricamente se hizo y hace en la ciudad, salvo excepciones, merece todos los honores. Jamón, magníficas anchoas en aceite, estupendas gambas a la plancha, alistado cocidos en jugosidad óptima...estamos ante un templo de la materia prima, a la que da el punto preciso.