El arquitecto milanés Gabrio Bini, eterno amante de la pequeña isla de Pantelleria, situada entre Sicilia y la costa africana, nos propone otro espléndido producto típico de su querida isla y del Mediterráneo en general: el orégano. Su perfume intenso, noble y balsámico transmite todo el calor y la fuerza del sol insular. Al abrir el frasco, uno se queda embriagado por la esencia de un gran té. Las hojas se presentan enteras, sin triturar, de un color verde claro, en presencia de pequeñas flores. El sabor de una hoja es explosivo: notas intensas muy persistentes (el gusto permanece varios minutos en la boca), a medio camino entre el Mediterráneo, las hierbas de montaña y las hierbas o especias orientales de una infusión. Las plantas, cultivadas de manera natural, se cortan en cuanto florecen y se exponen al sol durante una hora, “ni un minuto más”, como dice Gabrio. A continuación, se envuelven en una tela blanca y se dejan secar en un lugar oscuro y fresco durante 15-20 días. Sin retirarlas de la tela, las plantas se machacan para realizar la deshojadura y se pasan por un tamiz para eliminar las partes duras. La peculiaridad del producto reside en el secado en la sombra, que permite preservar toda la esencia de esta planta aromática. En el caso de ser sometida a un largo secado al sol, ésta quedaría “quemada”, convirtiendo el orégano en un condimento indigesto y de sabor más agresivo, herbáceo y amargo. Ideal para perfumar las salsas, las verduras, los pescados y las carnes. Aunque no se tenga la ocasión de probarla, cabe destacar esta magnífica elaboración diseñada por Gabrio, que refuerza el valor de este noble producto.
