Pablo Márquez

Picsa

 Amistad, informalidad, compartir. Una pizza encima de la mesa patentiza diversión, variedad, bullicio. Y si hay alguien responsable de apetecibles pizzas es, sin desmerecer a Italia, el buen hacer del pueblo argentino, que se nutrió durante décadas de la inmigración italiana residente allí.

Desde la factoría Sudestada con Estanis Carenzo y sus socios Pablo Giudice y Mario Gargiulo, nace este local expedito, que no restaurante, donde poder tomar una copa de vino con una ración, o quizás una Virgen y una porción. Su labor destaca por su creatividad y fusión. Sus iniciativas siempre son una flecha en la diana. Esta 'Pizzería Porteña' ha sido puesta en marcha en Abril 2014 con el objetivo de integrarse en el barrio y hacer disfrutar a sus vecinos de pizzas hechas según los cánones argentinos, revisadas dándoles un matiz personal, consiguiendo novedades sin llegar a perder la esencia.

Masa reposada, alta, gordita, con mucho más aire y más crocante acercándose a las Napolitanas, del sur, alejándose de las Romanas finas ellas. Esponjosas, cargadas de productos foráneos y locales, de temporada, y cocinadas en su propio horno giratorio de noble leña de encina, dura, calorífica y tala controlada. Horno como el de las antiguas tahonas fabricado por la cuarta generación de Jumaco Maestro. 

Digamos que se ofrece comer de diferentes modales. Una picsa para compartir entre dos, o bien seleccionar una porción acompañándola de populares mezze: escabeches, ensaladas, ñoquis... El adoptado Vitel Tonne o las Sardinas rulli. Y recetas convertidas en especialidad, como es el caso de la Fainá (una farinata italiana elaborada con harina de garbanzos). Platillos Bonaerenses con acento local. 

Quince son las sorprendentes variedades de pizzas que encontraremos en rotación, además de especiales por semana, bañadas por una sabrosa capa de queso confeccionada con una mezcla de tres sustitutorios a la mozzarella. Fugazza con queso; la de Jamón cocido (elaborado en la propia casa) con queso Scamorza; o la de Berenjenas con queso de cabra. Atrevidas como la de Papada de Ibérico con alcachofas;  la Canchera genovesa o la Calabresa al hierro.

Formulemos que trabajan dos conceptos:

Old Scholl- sabores argentinizados, típicos, básicos, más suaves, obrados en la Napolitana con tomate cherry, berenjena, albahaca y anchoa, o una de queso, con morrones asados en su propio horno y rúcula.

New Scholl- sabores más potentes, grasosos, robustos. Chorizo criollo con grelos, queso azul y setas, chorizo picante con piparras...

Tengo el convencimiento de que el objetivo principal de su trabajo es conmover y dibujar una sonrisa en el rostro de sus comensales, algo que consiguen con una facilidad apabullante.

Una doctrina de almorzar entorno a un plato 'único'. Elaboraciones caseras y de calidad; productos frescos y variados; ideas renovadoras surgidas desde la tradición y el cuidado primoroso en todos y cada uno de los aditamentos, cualidades que marcan su carácter, promediando un ticket medio de 15-20 euros.

¿Quién da más por menos?