NÓMADA. BEGOÑA RODRIGO.

 No recuerdo la última vez que acudí a un centro comercial exclusivamente a comer. Bueno, a excepción de las visitas a la zona compartida por StreetXo, Salón Cascabel, Rocambolesc en el Gourmet Experience de la calle Serrano en Madrid. No será la última que me siente en la barra, espectacular e hiperactivo mostrador culinario de la archiconocida cocinera valenciana Begoña Rodrigo, propietaria a su vez de otro espacio, La Salita, restaurante gastronómico sito en la capital del Turia, donde la Top Chef profundiza con esmero en el complejo entramado de la alta cocina, sobre todo por aquí.

En un remozado espacio compartido, zona peatonal del placer popular comercial, abre sus puertas en estos días Nómada, la oferta low cost de la renombrada chef. Pero al firmar esta denominación no pretendo encasillar este local funcional en una propuesta de calidad inferior ni de saldo. Me refiero al coste de los platos, de las tapas o elaboraciones compartibles que el comensal puede disfrutar. Desde los dos euros que cuesta una croqueta de ceps, uno tiene la oportunidad de adentrarse en el fascinante mundo de la cocina global, de la fusión total, de la zona de confort gourmet, de sentirse como Julia Roberts en Pretty Woman sin para ello tener la necesidad de vender su alma al diablo. Una carta que se espera cambiante conociendo el nervio de la artífice, ofrece una sabrosa cocina habitual urbanizada. Recetas de siempre con aires universales, expresivas, desvergonzadas. Una nueva forma de comer desenfadada en contenido, elegante en continente. No existen en este país muchas barras diseñadas con tanto lujo y placer como la que aquí se presenta. Deslumbrante encimera construida con un material que pronto será considerado alta costura para la alta gastronomía, superficie compacta sinterizada de la firma Neolith. 

Nómada estructura lo divino y lo humano. Uno no sabe si comerse la ensaladilla a cucharadas o mantener durante la experiencia los guantes antimanchas dispensados con la hamburguesa goulash. Se pueden usar los cubiertos dispuestos o bien descaradamente chuparse los dedos. Aquí cada uno se las ingenia como quiere. Sin platos ni cartón. Se come como viene y rapidito, sin esperas ni lloreras.

La oferta es tan dispar que permite maridar un sanísimo niguiri de endivias caramelizadas, salmón a la brasa, nueces y roquefort, con un gulesco pastrami casero sándwich club. Y no se deje el dinero. Bravas, bravísimas o ajoarriero, delicadas y limpias croquetas. ‘Pescao’ en su adobo, azul frito agridulce, pulpo ‘tostao’ y ‘revolcao’, sardinas ahumadas y braseadas con causa limeña de huancaína, o unos extraordinarios mejillones beurre blanc o en su versión al curry verde. Todo esto antes o después de un salpicón simpático, el gazpacho de remolacha, Kalamata y queso en salmuera, una mascletá variada, los chips de sardinas con holandersa; al Cesar lo que es del Cesar y pa ti…la lechuga con pollo ahumado. Más poses. Alcahofas, huevos fritos (o algo así) y jamón; taco de cochinita pibil; mollete torero y olé.

Los postres son el cielo. Quizás mejor dicho el infierno. No puede uno dejar de pecar con la tarta fresca de Bayleis y frutos rojos o la fruta fresca, con caramelo de albahaca; el pastel de chocolate caliente o los tacos dulces con él picante. Banana Split, lima limón...

Una carta casual divertida, sabrosa, con un variable desde los dos euros de la mencionada croqueta a un límite de apenas los quince euros de la hamburguesa, con el añadido de otra lista en ciernes que incorporará platos como un steak, un tartar, quizás un carpaccio, con otro rango de precios un poco superior sin perder el control. Además planea la artista menús de revista. Uno diario, otros de diferentes horarios, hasta el familiar, que se pueda disfrutar entre todos, niños incluidos, en el que a modo de comida dominguera compartamos comandera.

Esta aventura Nómada acaba de iniciar. Si todo discurre como debería, muy pronto quizás en itinerante se pueda transformar el fenómeno gastronómico cultural de esta artista integral.

God Save the Queen