L’OLIVO – Capri Palace, ANACAPRI
El taxi te deja en una plazuela, rodeada de puestos de souvenirs y mesitas repletas de extranjeros comiendo cosas de lo más increíbles y, más increíble aún, ¡saboreándolas! Te pones en marcha entre miniaturas de los peñascos de la costa de Capri, las típicas furgonetas turísticas, grupos de bípedos en posición erecta colgados de los labios del guía de turno que les suelta su discurso en un inglés macarrónico, los seduce describiendo un menú turístico en un español improbable,… y de repente, apareces en la escalinata que sale de la plaza. A mano izquierda se abre una vía de escape, un porticado silencioso, como una grieta en el espacio y el tiempo. Y la tomas, del mismo modo que emerges del agua justo un instante antes de que empiece a faltarte el aire para respirar.
El Capri Palace volvió a abrir hace pocos años, después de una cuidada reforma. Es un hotel peculiar, en el sentido que no responde exactamente al hotel de lujo que uno se esperaría a dos pasos de una de las célebres plazas de la isla. Elegante, deliberadamente glamuroso, bastante moderno y ya con la antigüedad suficiente como para despertar la fascinación que el paso del tiempo deposita sobre las cosas, los ambientes, las personas. Es cosmopolita, pero también local, voluntariamente minimalista pero conceptualmente “barroco” por la sucesión de obras de arte e instalaciones, que se han hecho dueñas del espacio y frecuentan los distintos ambientes por lo menos tanto como los afortunados clientes.
En la terraza de la piscina, que no es la más bonita del hotel, se encuentra L’Olivo, la cocina de Oliver Glowig, un alemán con mujer e hijas italianas de Capri, un pasado un poco nómada y un tanto emigrante, y una vocación por la cocina italiana, que interpreta de forma amable y convincente. Entre otras delicias, probamos las siguientes:
Foie gras de oca al natural con chocolate ahumado y confitura de limón y haba tonka.
El foie es de extraordinaria calidad, recorre el paladar con la suntuosidad de un hígado cocido en torchon cuando en realidad está crudo y al natural. Tiene un sabor largo y el chocolate, con el que está “untado”, le confiere un extraordinario “exceso” de sabor que parece llamar a gritos a la confitura de limón... y enseguida llega el socorro. Como todas las experiencias que se mueven sobre el abismo sin llegar a precipitarse, su recuerdo permanecerá por mucho tiempo.
Salmonete con patatas troceadas a mano, tuétano gratinado, emulsión de casis y aglianico, higos caramelizados.
Es un plato elegante y complejo. Riquísimo el filete de salmonete, que el tuétano “engrasa” de manera extraordinaria; las patatas limpian y preparan para el siguiente bocado. La emulsión y los higos desempeñan un papel casi romántico.
Plátano caramelizado con helado de ron añejo y azúcar moscovado.
Un postre convincente. Sea o no lo que se pretendía, la memoria nos conduce hacia otras islas: plátano, ron añejo, azúcar moreno, me doy la vuelta y… ¿no hay calipso? Y sin embargo juraría haberlo oído…
La carta de vinos presenta precios aceptables. También tienen carta de aguas minerales, que puede crear adeptos (nosotros bebimos un agua escocesa).
L’OLIVO, Capri Palace Hotel & SPA, 80071 Anacapri, isla de Capri, Via Capodimonte 2b, Tel.: (+39) 081 978 0111, www.capri-palace.com
Abierto desde el fin de semana de Pascua hasta finales de octubre (un día más, un día menos). Se aceptan tarjetas de crédito.