Anthony was here
“DON’T GET ME WRONG: I love the restaurant business”
Así comienza la transgresora novela que más veces he leído y releído en mi vida; la novela que más veces he regalado; la que recomiendo a todo el mundo de mi entorno. Porque si alguna vez tengo que regalar algo a alguien que aprecio, mi corazón se abre en canal a la hora de elegir entre la serie completa del inmenso James Gandolfini (The Sopranos) o las andanzas de ese Quixote de New Jersey que nos acaba de dejar. “Confesiones de un chef” es a la literatura lo que Casablanca, El Padrino o Uno de los nuestros al cine. Debería estar terminantemente prohibido que ningún diletante (no te cuento famoso/famosete/actor/ cantante/deportista de moda) cocinero osara introducirse en el negocio de los restaurantes sin que hubiese memorizado cada uno de los párrafos que esta Biblia de los fogones nos descubre. La comida es sexo, la comida es dolor o el capítulo del chef “Bigfoot” (de quién cuenta la leyenda que había matado a un hombre) se convertirán en el mantra de cualquier chef que se precie serlo. Una novela de uso tópico que debería encontrarse en todos y cada uno de los botiquines de las cocinas entre el Tranquimazin y el Lexatin para uso exclusivo de endiosados cocineros. Bourdain relata como nadie las cloacas de las cocinas, los egos de los jefes de cocina, la idiotez manifiesta de los restaurantes temáticos, el daño que hizo Rick (Humprey Bogart) con aquel maldito bar en Casablanca. Nos aconseja no comer pescado los lunes; no fiarnos (casi odiar) de los vegetarianos; contradecir eso que nos enseñaron en Catequesis de que nuestro cuerpo es un templo cuando realmente es un parque de atracciones. Un tipo que con sus viajes ha emplazado a su alter ego, Hemingway, al nivel de un vulgar crucerista veraniego.
Ahora todos se preguntarán el motivo del porqué de su cobarde (¿cobarde?) acto. Quizás, si rascamos un poco, encontremos la respuesta en aquel parco “Brooks was here” que deja grabado en la viga de madera de la que se colgará segundos despues el que fuera exconvicto y exbibliotecario del presidio de Shawshank donde transcurre esa obra maestra del cine carcelario que es “Cadena Perpetua”. Estoy casi seguro que la curiosidad de Bourdain por culpa de su adicción a la vida le condujo a comprobar que se cocía en ese otro lado desconocido y como Hemingway se enfrentó valientemente a su destino.
DEP