En la Edad de Oro se impone el bronce y el bronceado

La verdad es que la situación por la que atraviesa la culinaria en España es tan confusa que induce a la confusión intelectual. No, nos engañemos, la única confusión la tienen buena parte de los cocineros relevantes, que han dejado de ser artesanos, que no le dedican tiempo a la creatividad, que se han hecho ejecutivos de empresa, que andan dispersos en la telaraña de los negocios, que asumen compromisos que no pueden atender, que viven por y para la foto. En fin, que actualmente pululan de la ceca a la meca auto idolatrados y sin ningún interés en rezarle un padre nuestro a los percebes. Su futuro se lo han marcado en las tertulias radiofónicas, en aparecer en los noticiarios, en los marujones...y en esta escalada llegaremos a Salsa Rosa y Aquí Hay Tomate. Son víctimas de nuestro tiempo, de nuestra sociedad. Se han convertido en artistas de la vida en vez en artistas culinarios.

Con este panorama de pluriempleo, de desenfreno...cómo no vamos a estar en crisis. También padecemos sequía de ideas en jóvenes honestos, serios, rigurosos, ambiciosos, que lo intentan y les cuesta superarse. Es muy difícil, entre otras razones, porque el nivel alcanzado en los últimos años ha correspondido a una época de oro. Y ya se sabe que en cualquier faceta de la vida, en la coquinaria, en la pintura, en la literatura, etc., se pasa del oro a un periodo de plata y de la plata a merecer el bronce, que es mucho, sobre todo hablando en plata. Y ya se sabe que a nivel personal, todo profesional tiene un tiempo creciente, otro de recrearse en su obra y un tercero que termina en la jubilación, voluntaria, pactada u obligatoria. Querer no es siempre poder. Y eso está sucediendo, que existe una culinaria artística, de vanguardia, que ha hecho historia, una gran historia, pero eso no conlleva que todos los llamados a la gloria sean gloriosos.

Si no hay vocaciones, si no hay osados, seguro que no podremos construir vanguardia. Pero quizás haya llegado el momento de ralentizar la creatividad. No se pueden sustituir platos en las cartas por otros que se quedan en la intención, que no dicen nada, que son elucubraciones mentales que no producen placer carnal. Por supuesto que se come con el coco, pero terminaremos siendo unos descerebrados si antes no lo hacemos con la boca, si no divinizamos lo humano. Sólo cabe dictar un nuevo mensaje cuando tengamos algo verdaderamente interesante que decir. Claro, que en el equilibrio esta la virtud, ni mucho ni poco, ni poco ni mucho; sacar muchos inventos que no dicen nada es como no sacar ninguno, o sacar cuatro chuminadas aparatosas para teatralizar el engaño de los bobos.

Si la falta de concentración es grave, si no hay más cera que la que arde ¡Qué vamos hacer!, lo peor es los síntomas de cansancio que estamos dando en las ejecuciones. Por diferentes motivos, que van desde el relajo de los que mandan al relajo de los mandados, estamos en la mediocridad creciente de los resultados. Y esto es criticable, muy criticable; cada vez más restaurantes se han acomodado y viven de las rentas. Y no es cuestión de los grandes, se hace extensivo a la cocina tradicional; se ha pasado del esmero a sacar trabajo.

Estamos pasando de la época de oro de la cocina en España a la del bronce y el bronceado. ¿Qué vamos a hacer? Desde luego, no ser comparsas. Habrá que recuperar la humildad; que grandes días aquellos el que reinaba la ilusión. Somos tan importantes que ya no se pueden comer unas patatas fritas decentes en “ningún” restaurante.