Rafa Peña ha sido pionero en ese modelo de posibilismo gastronómico que tanto ha arraigado entre los jóvenes chefs barceloneses. Un restaurante de precio comedido, unas formas modernas sencillas y una cocina elaborada de autor de fácil comprensión. Es difícil comer mejor en relación a lo que se paga; y eso lo valora su nutrida clientela, que abarrota siempre el local, por otro lado, pequeño y muy personalizado.
En cuanto al estilo, hay que definirlo como esencial y pulido. Pocos elementos en cada plato, eso sí, muy pensados, que brindan sabores puros y con matices, logrando resultados siempre efectivos. Nunca sobra nada. Tampoco se pretende epatar. Sencillamente, lo que se persigue, no por evidente deja de tener mucho mérito: dar de comer notablemente una cocina evolutiva, de contrastada profesionalidad, con evidente personalidad. El refinamiento es otra cualidad, como también una modernidad sopesada.
Sabe marcar la diferencia con un lomo de sardina marinado 30 minutos, pasado unos instantes por un soplete por uno de los lados, para evitar la sensación de cruda y barnizada con unas pinceladas de mantequilla de especias y unas flores. No se puede se más inmaculado y natural; con indudable valor añadido. Sabores tradicionales armonizados con enjundia y distinción: ensalada de alcachofas levemente encurtidas, lascas de jamón, láminas de queso, puré de aceitunas, pan de centeno… a quién no le fascina una combinación tan familiar y tan diferente. Centrismo y oficio que se refrendan en las colmenillas, morillas o murgulas, rellenas de hebras de perdiz guisadas y todo ello impregnado de una suculenta salsa de carne. Sabrosura, finura y armonía, son normas inquebrantables que se constatan en un colosal arroz de bacalao con sus callos y habas que, en realidad, es un bacalao desmigado con una guarnición del cereal y un realce vegetal. Ante usted, querido gourmet, la lengua de ternera mejor desarrollada técnicamente de España: sangrante, tierna, pura…aromatizada con salvia y adornada con un jardín de rusiñols y verduras, además de un fondo de carne. Y pusimos la guinda con un rulo helado de frutos rojos rellenos de chocolate.
Es un ejemplo del menú degustación que ofrece la casa, que ha consagrado, entre otras propuestas, el pato ahumado con langostinos, el carpaccio de pulpo con butifarra, las mollejas con mantequilla y limón, el pichón al jengibre y la piña colada.
