En la muy turística Taormina, ciudad bella, bellísima, que ofrece una panorámica sobre el Mediterráneo impresionante, si bien excesivamente concurrida y explotada, con un ambiente despersonalizado de puro y duro negocio, se encuentra este sólido restaurante que habla un lenguaje cosmopolita. A ello, además de la clientela, no es ajeno el chef, Andreas Zangerl, nacido en Austria y forjado en cocinas de medio mundo. Su formación, su carácter, sus gustos...hacen de él un fiel exponente de la culinaria centroeuropea de clara influencia francesa. Erudición, técnica, refinamiento son cualidades que le distinguen. Esa identidad académica y metódica que caracteriza a alemanes, austriacos, belgas cohabita con el recetario italiano que plasma con la meticulosidad debida. Así los ñoquis con moluscos y crema de ricotta y nueces resultan deliciosos y muy típicos. Igual podemos decir de otra fórmula legendaria: el tortelli relleno de berenjena y ricotta levemente impregnado de pesto y sobre rica salsa de tomate; no puede ser más emblemático. Y refrendan lo dicho los macarrones de la casa con ragú de cochinillo y los tagliatelle con tomate y romero, además de crustáceos y pescado.
Entre los platos de corte internacional, la crema de patatas y puerros con hinojo silvestre y anguila ahumada hemos de calificarla de primorosa y bulliciosa, en cuanto es una sopa que transmite mucho calor sápido. Impecable la terrina de bogavante y verduras – pimientos, calabacín, tomate, etc. – ligada por una traslúcida y sutil gelatina. Las gambas en nido de pasta crocante con salsa de agrios y la sepia con muselina de patatas nuevas y hortalizas constatan el saber hacer del cocinero, que evidencia en todo momento una incuestionable profesionalidad.
La silla de cochinillo caramelizada a la miel con capuchino rojo, la chuleta de cordero en costra de pan con patatas al aceite de oliva y calabaza, el carré de ternera con alcaparras de Pantelleria testifican la esmerada selección de géneros y el tratamiento casi científico que se les dispensa. No puede salir más precisa la codorniz, jugosa y suculenta, caramelizada, lacada, con su huevo y bacon.
Postres en similar línea: muy gratificante la strudell de manzana con granizado de frutos rojos.
En resumen, una mesa culta en la que sobresale la regularidad.