Ya han pasado unos años desde que Pakta abriera sus puertas. Años de descubrimiento, de posicionamiento del conocimiento, de exotismo, de evolucionismo, de interpretación y de unión; más de siete años juntos. Y no han muerto de éxito, su penúltima etapa la marcan diversas circunstancias. Quizás relacionadas a las de su fundación. Por aquel entonces, un modelo en plena construcción, elBarri, destellaría contrapuntos hechizantes. Tras el apabullante triunfo de 41º y su inmediata conversión en Experience; la apoteósica irrupción de Tickets, que en un primer estadio con menos pretensión que la que el público exigió hasta su transfiguración gastronómica, en 2013 se precipitan dos aperturas, Bodega 1900 y Pakta. La una basa en la tradición, la informalidad, las recetas de siempre llevadas a la excelencia, su propuesta. El Nikkei parte de la afición de Albert y su gusto por la comida peruana. Dos premisas se daban: algo novedoso por entonces en la ciudad hablar de esta fusión culinaria, cuya denominación designa a los emigrantes de origen japonés y a su descendencia, que residen fuera de Japón y forman parte de una comunidad y de un estilo de vida con características propias; y la incorporación de dos personas que resultarían relevantes a la hora de definir la oferta debido a su procedencia: Kioko Li (japonesa) y Jorge Muñoz (peruano). Al principio con dos recetarios cuasi independientes de cada una de las culturas, que poco a poco fueron integrando el uno en el otro. A partir de ahí Pakta se convierte en un referente de la cocina Nikkei mundial, siguiendo los pasos y acrecentando el progreso de la misma iniciado por Minoru Kunigami allá por 1958 con la apertura del primer restaurante con esta comida característica llamado ‘La buena muerte’. Humberto Sato, Rosita Yimura, continúan su estela hasta que en 1973 aparece Nobu, consolidando esta propuesta. Es en 1980 cuando el poeta Rodolfo Hinostroza bautiza esta cocina de fusión como Nikkei, siendo en la actualidad Maido uno de los establecimientos más representativos de dicha oferta.
Pues bien, lo de nikkei ya no suena a chino, mejor dicho, a japonés, ni peruano. El estilo ha irrumpido con tanta fuerza que en apenas unos poquitos años se ha popularizado hasta el extremo. Cualquier bar de tapas, restaurante de pueblo, catering, boda y demás familia recurre indiscriminadamente a elaboraciones propias y extrañas de ambas culturas y las mismas entremezclazadas.
Todo en la vida sufre cambios. La conciliación familiar, la morriña, los nuevos retos, forman parte del anhelo de cualquier cocinero. Así es que Kioko y Jorge han seguido su camino. Y el ciclo natural continúa. Albert no es para nada conformista, y pese a las múltiples propuestas que ha ido generando a lo largo y ancho del planeta, nunca pierde de ojo su barrio. El peruano y el mexicano el pasado año trocaban de ruta, no de rumbo. Una transición encabezada por Nacho Domenech siendo Jaume Marambio quien capitaneaba los fogones.
ElBarri continuaba adaptando su oferta a una sociedad cada vez más viajada, más difícil de sorprender, pero también necesitada de nuevos estímulos.
El nuevo Pakta ya no es peruano. Sí japonés, con ADN Mediterráneo. Menos electrizante y chocante, más esencialista, más naturalista, más intimista, más minimalista, utilizando menos recursos, siendo más protagonistas. Quizás ya no se trata de sorprender por desconocido, sino de empatizar por afinidad.