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Los Chispos

Juani y Mercedes Palao
Juani y Mercedes Palao
País: España
Localidad: 30510 Yecla (Murcia)
Dirección: Ctra. de Villena, km. 3. Avda. Juan Carlos I, s/n
mapa
(+34) 968752064
Cierra: Las noches, salvo viernes y sábados
Precio: 30/50 €


  • Gazpacho Yeclano
  • Pelotas de carne
  • Pelotas de carne
  • Migas con uvas
  • Migas con Uvas
  • Gachasmigas
  • Gachasmigas
  • Arroz caldoso con conejo y caracoles
  • Arroz Caldoso con Conejo y Caracoles
  • Higos fritos
  • Higos Fritos
  • Tarta de chocolate con flan y creps rellenas de frutas
  • Tarta de Chocolate con Flan y Creps rellenas de Frutas

Platos caseros hechos con extraordinario cariño por dos cocineras con suma sensibilidad. Sus nombres: Juani y Mercedes Palao. Para que no quede ninguna duda, condumios excepcionales que nos trasladan a tiempos de hambrunas, a los orígenes. Es famosísimo su gazpacho de conejo y caracoles, que toma el apellido de yeclano, que ha ganado el Certamen Nacional de Variedades de Gazpachos de España, organizado en la ciudad de Enguera; un gazpacho copioso, suculento, gratificante hasta decir basta. La carne se muestra sabrosa y tierna, los caracoles ciertamente silvestres, el caldo harto gustoso y a la vez refinado y la pasta tierna y embebida de la esencia del guiso. Lo sirven con hortalizas crudas, encurtidos, anchoas en aceite y miel, complementos que incitan a rebañar y vivir fuertes sensaciones. Repetimos, merece un viaje.
Otro bocado igual de sencillo, igual de humilde, igual de reconfortante: las pelotas de carnes de ternera y cerdo, esponjosas por efecto del pan, empapadas de caldo de la sopa en la que nadan, con piñones y embriagadores aromas: ralladura de limón, nuez moscada, pimienta blanca, clavo… y el complemento de unos garbanzos ¡Vaya cocido! Otra gratísima obligación.
Tan categóricos argumentos no han de hacer olvidar otros momentos dulces, que sin alcanzar tanta gloria, brindan también satisfacción, como las migas con uvas, las gachasmigas, las patatas caldo, el arroz caldoso con conejo y caracoles, las chuletillas de cabrito fritas o a la brasa, la torrija, los higos fritos y la tarta de chocolate amargo con helados; platos que conviene reservar por teléfono, si es que los dos primeros parecen poca comilona. .
La bodega está bien pertrechada, ofreciendo los mejores vinos locales, lo que constituye un motivo más para dejarse llevar por las pasiones.



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Salchicha (Longaniza Fresca) Embutidos Encarna


Salchicha (Longaniza Fresca) Embutidos Encarna
Embutidos Encarna

País: España
Localidad: 46340 Requena (Valencia)
Dirección: Batanero, 24
(+34) 962303654
Precio: 7,30 € el kilo


Esta casa, cuya primera carnicería se fundó a principios del siglo XX y que hoy regenta en tercera generación Miguel García, representa la excelencia del embutido de Requena, ciudad que disputa la celebridad de la charcutería valenciana a Pinoso (Alicante).
Éste es uno de sus productos estrella, tanto por identidad como por resultado. Estamos ante una salchicha finamente picada, sin tropiezos grandes, muy magra, sin apenas grasa, tierna y jugosa, que expresa la sabrosura del cerdo. Está magistralmente aromatizada, con una matizada sensación de especias, destacando la sutileza de la pimienta. Resulta noble y, a la vez, delicada.
 

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8,5

Queso Azul La Setera


Queso Azul La Setera
Francisco Javier Martínez

País: España
Localidad: 49232 Fornillos de Fermoselle (Zamora)
Dirección: Manzanal, s/n
(+34) 980612925
Precio: Sobre 19 € el kilo


Un queso azul muy en consonancia con los gustos imperantes en la sociedad actual, en el que imperan la suavidad y la cremosidad, sin dejar de tener por ello singularidad y carácter. Como ya sucede con otro producto de este artesano, el Queso de Cabra La Setera, que también se puede ver en esta guía, está pasteurizado; una pasteurización que afecta de manera mínima a su sustanciosidad. Por tanto, un queso de leche de cabras de la raza Agrupación de las Mesetas y de ovejas de la variedad Churra -Sayaguesa, de ganadería propia, que pasta en Arribes del Duero, noble y artesano, con una sabrosura y una curación atemperadas, en aras de resultar amable, amabilidad a la que contribuye su ternura, su consistencia fundente, para untar.

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8,5

Viña Meín Selección de Cosecha 12


Viña Meín Selección de Cosecha 12
Bodegas Viña Meín

Tipo: Blanco
País: España
Zona: Ribeiro
Localidad: 32420 Leiro (Ourense)
Dirección: Lugar de Meín, s/n
(+34) 617326248
Año de fundación: 1988
Producción (botellas): 130.000
Hectáreas y ubicación: 16 en el Valle del Avia (San Clodio y Gomariz)
Marcas: Los blancos Viña Meín, Viña Meín Selección de Cosecha, Viña Meín fermentado en barrica y el tinto Casal de Meín
Precio: Sobre 10 €


El Viña Meín, una etiqueta legendaria en el Ribeiro, hace honor a su prestigio. Elaborado fundamentalmente con treixadura y pequeñas proporciones de otras variedades: godello, loureira, torrontés, albariño, lado y albilla. Nos encontramos ante un vino de extraordinaria expresividad aromática y frutal, así como de una enorme complejidad, lo que le confiere entidad y enjundia. Para mayor gloria también destacan su elegancia y armonía, su acabado, en un contexto chispeante, fresco y seco, sutilmente ácido y amargo, con una asombrosa evolución en boca. 70.000 botellas.



Raimundo García del Moral

Estructuralismo frente a existencialismo culinario

Revisando algunos de los acontecimientos ocurridos durante el año 2009, me encuentro con el fallecimiento de Claude Lévi-Strauss, padre del estructuralismo social que ha influido decisivamente en la antropología durante gran parte del siglo XX. Para Lévi-Strauss los patrones universales de comportamiento, en gran medida comunes a todas las culturas, son producto de la estructura invariable del cerebro humano. En este contexto la palabra estructura no tiene connotaciones físicas; sólo se refiere a la dinámica mente del hombre presente en multitud de sus actividades diarias, como la religión, la mitología, el arte, los rituales y la gastronomía. En palabras de José Antonio Marina una estructura es ‘la organización formal que se mantiene a través de múltiples variaciones’. Por eso la cocina siempre fue conceptualmente estructuralista, desde la que preserva acendradas tradiciones populares que han permanecido durante siglos hasta la académica cocina francesa de Escoffier, donde el sometimiento a las normas (puro estructuralismo) es la clave. En palabras de Claude Fishler: ‘el arte de la cocina consiste en acomodar y metamorfosear los alimentos desde crudos a cocinados para transformar la Naturaleza en Cultura’.
En filosofía, la rebelión contra el estructuralismo vino de la mano del existencialismo de Sartre, que postulaba una visión más concreta (existencial) de la realidad, en la que la vida del hombre es siempre particular e individual y su libertad la necesaria alternativa a la organización estructural de su persona. Aunque la nouvelle cuisine, coincidiendo con mayo del 68, propuso un cambio radical en las formas y en el fondo de la gastronomía, lo que hizo pensar a muchos que el estructuralismo culinario tenía sus días contados, fue imposible que un movimiento liderado por algunos de los chefs más acomodados del momento, todos ellos detentando tres estrellas Michelín, fuese realmente revolucionario.
La insurrección vino mucho tiempo después, de la mano de un outsider tan genial como Ferran Adriá. Primero, la deconstrucción de los alimentos; luego, su caprichosa reconstrucción, empleando nuevos polímeros y agentes físicos capaces de cambiar su textura. Entre 1.994 y 2.003, una década verdaderamente prodigiosa, Adriá creó y creó con absoluta libertad aunque, paradojas de la vida, el hecho de que la cocina ante todo sea técnica acabó produciendo un cuerpo estructural alternativo de recetas, fórmulas e incluso instrumentos diseñados para su ejecución, que han convertido a la cocina creativa española en el paradigma gastronómico vigente durante la primera década del siglo XXI. Este nuevo estructuralismo liderado por el propio Ferran Adriá, que como todo buen revolucionario ha elaborado un método para controlar lo libremente creado, ha tocado techo. Lo demuestra el agotamiento del proyecto de El Bulli, que cerrará sus puertas a finales del año 2012, como templo creativo de la gastronomía actual. Y lo apoya el cambio sufrido en los últimos tiempos por la sufrida grey gastronómica española.
¿Qué ocurrirá a partir de ahora? No lo sabemos, aunque quizás por eso desde hace algún tiempo entusiasma el retorno al existencialismo vital y a la naturaleza. Porque en tiempo de crisis una cosa es la filosofía (o la ciencia) y otra el estómago: primum vivere, deinde filosofare (primero vivir, luego filosofar), que decían los clásicos. Al fin y al cabo existencialismo es la ecococina, que pretende invertir el aforismo de Fishler transformando la Cultura en Naturaleza; existencialismo y pura supervivencia son los gastrobares de moda, donde unos (los chefs famosos) divulgan su maestría y otros (el gran público) busca disfrutar del mito a precios razonables; existencialismo es la bistronomía que, en palabras de Rosa Rivas, se ha convertido en el pret a porter de la alta cocina y, por fin, existencialismo son los blogs y foros gastronómicos donde cualquier experiencia, por banal que sea, es acogida como primicia digna de ser evocada y ofrecida para el goce general.
 



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Mar de Frades 10


Mar de Frades 10
Mar de Frades, S.L.

Tipo: Blanco
País: España
Zona: Rías Baixas
Localidad: 36637 Meis (Pontevedra)
Dirección: Lg. La Arosa, 16. Finca Valiñas
(+34) 986680911
Año de fundación: 1987
Producción (botellas): 400.000
Hectáreas y ubicación: 5 en Meis
Marcas: Mar de Frades, Finca Valiñas y varios orujos
Precio: Sobre 11,8 €


Responde muy bien a lo que se espera de un albariño. Aromas ácidos, típicos de frutas tropicales ácidas, entremenclados con otras propios de blancas, asi como toques de lichis. En boca resalta la acidez, una acidez cremosa que se entremezcla con sensaciones amargas, ambas típicas del albariño, frutosidad constante e inalterable, con notas de pomelo y salinas, mostrándose elegante y sobrio, salvo los matices expresados.

Ricard Camarena y Arrop: el camino claro

En el apacible y angosto Barrio del Carmen valenciano nada auguraba lo que desde hace meses viene sucediendo. En una de sus estrechas calles, casi en una esquina olvidada, una casa señorial destartalada va a convertirse en lujoso hotel. Mientras tanto, en uno de sus laterales, una robusta y moderna puerta negra anuncia que allí existe ya un restaurante: Arrop. Pocas veces un restaurante es más famoso que su hotel. Y aquí sucede. Ricard Camarena ha dejado su vida en Gandía para trasladarla en bloque al patio de este palacete. Y lo ha hecho a lo grande, controlando y eligiendo cada pequeño detalle. Y no sólo la suerte parece haberle sonreído, sino que la historia se ha aliado con él: un gran fragmento de la muralla árabe de la ciudad ha emergido de entre los escombros y ha dado al restaurante un mayor protagonismo aún. Como si fuera un presagio, esa antigua fortaleza, integrada con mucho acierto en el vistoso diseño de la sala, marca perfectamente el objetivo de la cocina de Arrop: rescatar lo antiguo y embellecerlo con un toque de discreta modernidad. Porque la cocina de Camarena sólo busca una cosa: ser fiel a si misma y a lo que el paladar de Ricard aprendió. Por eso, más que nunca, es una cocina limpia y sencilla que se construye fundamentalmente sobre las verduras y el mar, puntales básicos del espíritu mediterráneo y que refleja claramente sus sólidas influencias: la de sus raíces y la de sus maestros.
El menú degustación de Arrop sugiere varias conclusiones. La primera, la seriedad. Y es que Ricard, al hacer desaparecer los aperitivos, apuesta duro desde el inicio. Y lo consigue con un capuchino de alcachofas, panceta y ajos tiernos, plato impactante que está llamado a ser uno de sus entrantes para recordar. Otra idea a destacar es su gusto por lo saludable, no porque el cocinero busque conscientemente platos con ese fin sino porque su cocina se apoya mucho en mezclas de hortalizas y productos verdes. En esta filosofía se encuadra su nueva ensalada primaveral de pasta empapada en emulsión de espárragos y erizos, plato de enorme recorrido que, sólo por su combinación, constituye ya un rotundo éxito, o su menestra templada de invierno, resuelta con inteligencia al dotar a cada hortaliza por separado de su propia personalidad, o, cómo no, los guisantes del Maresme con jugo yodado de moluscos, propuesta en la que el guisante irá marcando la grandeza del plato. Los productos marinos son uno de los mejores protagonistas de Arrop, tanto en sus versiones blandas y duras (moluscos y crustáceos) como en los propios pescados. En el primer apartado aparece una estupenda ostra acompañada de caldo de ave o unas tiras de calamar en un divertido engaño (con y sin sangre, con y sin cebolla).
Son los platos de pescado los que adoptan en la cocina de Camarena un significado especial. Sirven no sólo como clara referencia a la zona sino que, con ellos, se bucea en el recetario tradicional, empleando especies que trasmiten una rotunda idea al cliente: todos los pescados pueden ser nobles para la alta cocina (lenguado, pescadilla, anguila). De ahí que su pescadilla en salazón al jugo oloroso, con su cococha encima, sea un plato de factura excepcional que ya se perfila como un clásico del cocinero, o el lenguado a la meunière de aceite de oliva, ambos con un punto del pescado que roza la perfección. Y qué decir del guiso de anguila con sus pieles, en el que rescata el sabor de lo que, seguro, alguna vez se habrá cocinado en La Albufera. Pero si hay una indudable seña de identidad en la cocina de Ricard Camarena son sus fondos. Los fondos son la verdadera esencia de un cocinero y delatan sus horas vuelo. Y en Arrop casi todos sus platos tienen su fondo, a cual más preciso, a cual más sabroso: el jugo al oloroso, el jugo de pularda que acompaña a la ostra, el jugo yodado de los guisantes, la sopa de cordero con (poco) picante, o el concentrado de vaca gallega que liga a un arrebatador arroz meloso, combinación sin duda sorprendente. Sus años en Gandía dejaron claro que Ricard domina las piezas de carne y que busca los mejores proveedores. Así se podía ver en sus platos de cordero y de cabrito. Ahora también sabemos que se siente cómodo ante la caza con su actual liebre a la royal con pera escalibada y rúcola, toda una suerte de academicismo que resuelve con enorme dignidad. Con la misma dignidad que plantea sus postres, ya sea su tradicional café con leche quemada, matequilla y macadamia, donde muestra una versión cada vez actualizada y mejorada de su propio postre, o el descomunal bizcocho de chocolate(XL), piña y sésamo, tan apetecible que pide a gritos desmenuzarlo en el plato. Pero con la calabaza asada con yogurt y jengibre toca cotas altísimas, además de volver a nadar en el recetario tradicional. Por lo demás, desde su vajilla hasta su enorme bodega central acristalada con su carta de vinos constituyen, sin duda, complementos importantes para el éxito que le va a acompañar.
Puede que uno de los principales objetivos de la alta cocina actual sea que los menús empiecen a perder esa peligrosa uniformidad que hace que uno, si cierra los ojos, no sepa en qué ciudad está comiendo. Con Ricard Camarena, si uno los cierra, sabe perfectamente dónde está: sus alcachofas, guisantes, clóchinas, pescadillas, calamares, arroces o calabazas, hablan por sí solos de una cocina honradísima y personal, como el propio cocinero, y pegada a su tierra. Es por ello que la antigua muralla árabe valenciana no ha aparecido por casualidad en Arrop. Es seguramente la señal inequívoca de que algo muy serio ocurre allí.

Antonio Mateos