Transparencias

El calor y el champán, el champán y el calor, la sangre alteran. Como si no una señora de unos sesenta y cinco años, arriba o abajo, se lanza a lucir, bamboleándose una y otra vez, en la paradisíaca terraza sobre el Mediterráneo del restaurante de Bens d’Aval, en Soller (Mallorca), unos pantalones blancos traslúcidos tan trasparentes como aquella lasaña que creara Michel Guérard que incentivaba imaginar la carnosidad del foie gras y el perfume de trufa negra que escondía en su seno. ¡Que gran plato en su época!
Aprieta el sol y las burbujas suben y bajan. Si esta señora fuese cocinera qué fantasía tendrían sus platos. Probablemente, sería una seductora de el gusto y la mente. No se cansaría de sensualizar. Incitaría, provocaría....¿Hasta dónde? Y nos preguntamos esto porque esa gran dama no llevaba tanga, que era lo que procedía. ¿Sería por pudor? ¿Sería porque a ciertos años se llega hasta donde se llega aunque se vaya a la última?
No seremos nosotros los que le digamos a cada chef lo que tienen que hacer en cada edad. Cada uno tiene su ciclo Cada uno ha de oficiar lo que le plazca. Cada uno a su rollo.
La ternera tiene sus virtudes y la vaca otras bien distintas. Todo tiene su momento y aplicaciones.