Dice el refrán que lo que no mata engorda, pero en México la dieta engorda… y mata. El descontrol alimentario es tan brutal que ya no quedan más alarmas por encender. Los médicos hablan de una alerta epidemiológica, los economistas advierten del posible colapso del sistema de salud pública, las escuelas tiemblan ante hordas de niños con diabetes e hipertensión, los pediatras se echan las manos a la cabeza con la imagen, nada infrecuente, de biberones rellenos de refrescos azucarados. ¿Qué está pasando en México?
Por lo pronto, ocurre que el país ha logrado lo que parecía imposible: superar a Estados Unidos en índices de obesidad y sobrepeso. Proporcionalmente hay más gordos en México (32,8% de la población) que en EEUU (31,8%). Eso aúpa al país hispano al primer puesto en tasa de obesidad de toda la OCDE, según un informe reciente de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
La combinación de tacos y enchiladas regados con Coca Cola se he convertido en una bomba para millones de mexicanos que amenaza con colapsar el sistema de sanidad pública
México completa así la triple corona: además de la obesidad en adultos, ostenta la primera posición mundial en obesidad infantil (más del 35% de los menores de edad) y lidera el consumo global de refrescos y otras bebidas azucaradas, entre ellas Coca-Cola, que da palmas con los 172 litros por persona y año que consumen los mexicanos. El país incluso disponía hasta hace bien poco de la guinda: el hombre más gordo del mundo. Era Manuel Uribe, quien decidió que 590 kilos de peso eran demasiados y ha logrado perder casi 200 gracias a un estricto tratamiento.
“Se han juntado todos los elementos para desatar una tormenta perfecta”, describe el doctor Abelardo Ávila, director de Nutrición del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición. “En México se ha unido lo peor de los dos mundos”, dice en referencia a la cultura del fast-food y los refrescos de EEUU y la pasión de los mexicanos por sus antojitos callejeros: tacos, tamales, fajitas, enchiladas y un largo etcétera de deliciosas bombas para nuestra cintura.
“Se ha cotidianizado esa dieta que era exclusiva de festividades, pervertida además debido a la comida callejera, por la cual el Gobierno no ha hecho ningún esfuerzo para controlar su calidad ni cantidad. Muchos mexicanos comen cada día en esos puestos en la calle, lo que mezclado con la ingesta de refrescos azucarados aúna en una sola comida los activos cancerígenos de la fritura repetida de aceites, las grasas saturadas de los alimentos utilizados y altas dosis de fructosa de los refrescos”, explica el doctor Ávila.
El resultado es demoledor: el 70% de los adultos mexicanos presenta hoy sobrepeso.
Pongamos una sencilla muestra de esta bacanal alimentaria. Si a usted le entrara a media mañana el hambre y se detuviera en un puesto callejero a comer unos tacos con una Coca-cola o una Pepsi (una estampa habitual en cualquier esquina del país), estaría metiendo en su cuerpo unas 100 calorías por taco y otras 250 calorías de un refresco de 600 mililitros, con sus correspondientes 12 cucharadas de azúcar en formato líquido. Es decir, fácilmente podría ingerir 500 calorías (casi un tercio de la cantidad diaria recomendada) en un breve aperitivo antes de almorzar.
Hay un cabildeo enorme por parte de las grandes empresas de refrescos y alimentos procesados. Las grandes marcas hacen inversiones masivas en publicidad. En muchas escuelas los refrescos y zumos son el único medio de hidratación posible.
Pero digamos que en lugar de un humilde taco le apetece una enchilada, deliciosa tortilla de maíz bañada en salsa de chile y rellena generalmente de carne. Una sola unidad (y posiblemente comerá dos) le aportará 320 calorías y 17 gramos de grasa. Si el tentempié le sabe a poco, siempre puede pedir un estupendo chile (pimiento) relleno. En función de su preparación, uno solo de estos pimientos puede alcanzar 500 calorías y 30 gramos de grasa, casi el 50% de la grasa necesaria para todo un día. Y si usted decide que hoy se le antoja un buen mole, tenga cuidado. Dos cucharadas de salsa de mole poblano, por citar una variedad, contienen más grasas que una cheeseburger de McDonald's.
Los nutricionistas, sin embargo, advierten de que no hay que confundir estos “antojitos” que inundan las calles con la dieta tradicional mexicana, una cocina igual de saludable que las europeas. Sin ir más lejos, la clásica tortilla mexicana con frijoles (alubias) es un aporte excelente de calcio, fibra y buenas proteínas. México cuenta además con una gran variedad de frutas y verduras, muy presentes en la gastronomía tradicional del país, y su cultura culinaria es desde hace tres años Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
“Si el Gobierno actúa, la industria contraataca con furia”
Al descontrol alimentario que prolifera en México se suman otros elementos para conformar la llamada “tormenta perfecta”. Un estilo de vida cada vez más sedentario, interminables jornadas laborales que impiden a los mexicanos disponer de su tiempo para hacer ejercicio o comer en casa, y una preocupante desidia gubernamental por arrebatar el poder a las grandes firmas de refrescos y alimentos procesados, la mayoría de ellas estadounidenses, que campan a sus anchas en un marco legal prácticamente desregulado.
En 2030 más de 190 millones de personas serán obesas en América Latina, lo que significa un incremento del 300%. La pérdida de productividad y costos económicos podrían representar un 5% del PIB mundial, es decir 3,5 billones de dólares al año“Cada vez que la Secretaría de Salud (ministerio) ha intentado poner remedio a este problema se ha encontrado con un contraataque feroz de la industria. Hay un cabildeo enorme por parte de las grandes empresas de refrescos y alimentos procesados. Las grandes marcas hacen inversiones masivas en publicidad. En muchas escuelas los refrescos y zumos son el único medio de hidratación posible. Y se trata de productos adictivos. Un niño mexicano está expuesto a entre 12.000 y 15.000 anuncios de bebidas azucaradas al año, cuando estudios confirman que se precisan sólo 100 para provocar cambios en su percepción. En muchos aspectos la situación está fuera de control”, indica el doctor Ávila. En México, las empresas de refrescos destinan 80.000 millones de dólares al año en publicidad y se benefician de regímenes especiales y exenciones fiscales. Lo que provoca que en muchos restaurantes sea más barato pedir un refresco grande que una botella pequeña de agua.
Amenaza para el tejido productivo
El asunto no sólo representa una amenaza al sistema de salud pública, que ya a día de hoy se ve sin fondos para atender a todos los afectados por obesidad, sino también al tejido productivo, al sistema de pensiones y a la economía mexicana en su conjunto. La tragedia se puede ver, además de en las cinturas de los mexicanos, en la tasa nacional de diabetes. Uno de cada seis mexicanos padece esta enfermedad. La diabetes en México se ha disparado en los últimos seis años de 6,4 millones a 13 millones de afectados, de los cuales un 85% lleva la enfermedad sin control y tratamiento.
El pronóstico “es oscuro”, según un estudio clínico elaborado por el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), sobre todo porque un 60% de mexicanos carece de seguro social, y es al mismo tiempo esa capa más pobre de la población la que más padece el sobrepeso por culpa de la muy barata comida basura. La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó en 2011 que la diabetes producto de la obesidad es la primera causa de mortalidad en el país, con cerca de 10 millones de víctimas. Según el mismo estudio, un 26% de las muertes en México se deben a los padecimientos vinculados al sobrepeso, como diabetes, hipertensión, hígado graso y cánceres asociados.
Pero la orgía de kilos no es coto exclusivo de los mexicanos. Un informe de Food Price Watch vaticina que en 2030 más de 190 millones de personas serán obesas en América Latina, lo que significa un incremento del 300%. La pérdida de productividad y costos económicos podrían representar un 5% del PIB mundial, es decir 3,5 billones de dólares al año o 500 dólares por persona en el mundo, una cifra similar al PIB de Alemania