Frau Verboten
Cualquier persona que sienta una mínima curiosidad por la Historia de España sabe que, en virtud de la Constitución de 1812, ser justos y benéficos son dos de las principales obligaciones de todos los españoles "de los dos hemisferios", que a dos hemisferios afectaba la llamada 'Pepa', aprobada por las Cortes de Cádiz el día de San José del año citado.
Bueno. A todo hay quien gane. Supongo que la Constitución de 1812 ya no está en vigor, de modo que imagino que ya no tenemos los españoles la obligación de ser justos y benéficos. Pero de acuerdo con los ucases que emite casi a diario la ministra de Sanidad y Consumo, hoy por hoy la de estar sanos es otra obligación de los españoles, que además deberán ser no fumadores, abstemios y... no tengo muy claro si gordos o delgados.
Porque por un lado se satanizan los anuncios de hamburguesas 'talla grande' (ojo: los anuncios, no las hamburguesas, que siguen vendiéndose tranquilamente) para evitar la obesidad infantil, que es una cosa que está muy mal... y por otro se penaliza a las modelos demasiado delgadas para evitar que nuestras jovencitas estén escuchimizadas y esqueléticas, que es otra cosa que también está muy mal.
Pero es que para la señora ministra, a la que llamaré Frau Verboten dada su afición confesada por la música de Wagner, ésa que les gustaba tanto a ciertos alemanes allá por los años 30-40 del pasado siglo, está muy mal todo. Y una de las cosas que al parecer está fatal es el auge mundial de la gastronomía española, auge que hay que torpedear con decretos y al que hay que segar la hierba bajo sus pies.
Una de las glorias de la gastronomía española es la cocina del pescado. Nadie, en ningún país, cocina el pescado como los españoles, y no me vengan hablando de los japoneses porque ellos, sencillamente, no lo cocinan: no saben. Bueno: pues, por si acaso hay anisakis, vamos a prohibir cocinar el pescado según las técnicas modernas... salvo si previamente se congela. Todos los investigadores culinarios buscando cocciones a temperaturas respetuosas con el sabor y, sobre todo, la textura de los pescados... y desde arriba se decreta que no, que hay que congelar el pescado que se vaya a cocinar así. Por supuesto, la textura se va a hacer gárgaras.
Ha costado muchísimo tiempo, muchísimo trabajo y muchísimo dinero conseguir que los vinos españoles mejorasen su imagen en el extranjero y se hiciesen con el lugar que les corresponde por su calidad. Hoy, tras ímprobos esfuerzos y años de hacer las cosas muy bien, el vino español goza de un prestigio importante en mercados muy complicados, como los anglosajones. O sea: el vino español va bien.
Reacción inmediata: eso no puede ser, dónde vamos a parar, qué imagen vamos a dar. Actuación: medir por el mismo rasero al vino, bebida integrada en la cultura no ya española, sino mediterránea, y a los alcoholes destilados, de recia tradición anglosajona. Hay que evitar que los jóvenes beban, dice la autoridad. Y, zas, prohibamos la publicidad o el elogio del vino, bebida que, como sabe todo el mundo menos Frau Verboten, es la menos consumida en los botellones...
Fíjense cuántas cosas están en peligro. El aperitivo, claro está, porque en el aperitivo se bebe vino, o cerveza, o vermú (vino malo, pero vino al fin y al cabo); se ingieren tapas que en muchos casos tienen un alto contenido calórico y, encima, se suele fumar un pitillito. Huy, qué peligro... qué poquito le queda al aperitivo, al que además cercan también quienes quieren imponer horarios laborales 'europeos' al parecer sólo para que tengamos más tiempo de aburrirnos.
Fuera la sobremesa, claro. Qué horror: nada menos que café (de momento considerado inocuo, pero fíense y no corran), copa y puro. Nada, nada: peligrosísima para la salud y muy mala para esa adecuación al horario europeo. Encima, muchas veces se aprovecha la sobremesa para caer en otro vicio horrible, como el del juego... aunque se trate de inofensivas partidas de tute o mus.
Malo si fumas, malo si bebes, malo si tomas boquerones en vinagre, malo si no te abrochas el cinturón (cosa que sólo resulta perjudicial para quien no lo hace), malo si estás gordo, malo si estás flaco... Es que no escarmentamos: no somos justos, ni siquiera benéficos. Somos malos, perversos; nos encanta todo lo que nos hace daño y, claro, para eso está Frau Verboten, para protegernos de nosotros mismos. Y, encima, nos dirá, en plan paternalista, aquellas palabras que tanto nos hacían temblar cuando se las oíamos, de niños, a nuestros padres o maestros: "lo hago por tu bien", frase siempre antesala de un castigo... o de una prohibición.
De verdad: qué fácil le resulta prohibir todo a quien, por las buenas, no es capaz de convencer de nada. Menos mal que, en general, del pueblo español, díscolo, individualista, disfrutador y, además y sin embargo, solidario, cabe decir aquello que se dijo del Cid Campeador: qué buen vasallo si hubiese buen señor.