Permítanme la irreverencia, quizás osadía, de hablar del servicio, de las atenciones, de la SALA, de un restaurante vanguardia total como es Aponiente, y no hacerlo de su patrón, Ángel león, Dios de...
¿Quieres ser Chef? ¿Acaso tienes la intención de montar tu propio restaurante? ¿Y no has leído todavía a Anthony Bourdain? "Kitchen Confidential" (traducido al castellano por "Confesiones de un chef"), "Viajes de un chef" o "Malos tragos" deberán de ser a partir de hoy tus libros de cabecera y no tendrás ninguna propuesta mejor para este verano.
En mi mesón han reparado fuerzas literatos de la talla de Rafael Alberti, Camilo José Cela y hace sólo unas semanas Mario Vargas Llosa. Pero que recalara Anthony Bourdain (desde ahora AB) en El Bohío me puso tan cachondo como cuando nos cenamos dos kilos de angulas entre tres... Y no pagaba yo. Leer a AB es como si escuchases en un concierto a Janis Joplin y Ramones al alimón.
Si te gusta Hemingway posiblemente también te gustará AB.
Los excesos etílicos, las drogas, el rock&roll, el sexo y, por supuesto, la comida son los referentes de su obra. Desde luego que no hace falta ser de Nueva York para que un chef te transmita, o a mí me lo parece, su pasión por la cocina a través de hiperbólicos relatos y siniestras epopeyas gastronómicas: que un Chef, de apodo Big Food, hubiese asesinado a un tipo... Sea verdad o mentira; o, que te relate que uno de los jefes de cocina con el que trabajó se tiró furtivamente a una novia durante el banquete nupcial de ésta. “In 1973...” me contestó a la vez que se descojonaba, cuando le pregunté sobre la veracidad del acto amatorio en la cocina; dentro del capítulo food is sex. Otro imbécil más que me pregunta lo mismo, debió pensar.
En mi territorio, La Sagra, a miles de millas de NY, la hostelería y demás negocios deparan decenas (¡Qué digo decenas, quiero decir miles!) de anécdotas del calibre de las que nos cuenta el chef/novelista americano, verbigracia: siendo un adolescente, durante la época de la transición, acribillaron a balazos a un delincuente que perseguía la Guardia Civil desde Madrid y que, en su torpe huida, estampó el coche robado a 200 metros del cuartel de la Benemérita de mi pueblo. El mote de este Torete era "El Paella"; curioso ¿No? O, la envenenadora de Illescas, creo que todavía cumple su sentencia por querer liquidar al, ahora, ex marido con cianamida en la bebida, eso sí que son malos tragos. De haber hablado conmigo le habría simplificado el trabajo: conozco algunos garitos en los que con sólo atravesar el umbral contraes la hepatitis C o el VIH... He servido infinidad de cubatas al policía, de apodo "Baretta", que retuvo a una docena de vecinos de mi pueblo en el pub Don Caballo desde las doce de la noche hasta las tantas de la mañana con su revólver puesto encima del mostrador. "El que tenga cojones que intente salir por la puerta", sentenció cuando algún graciosillo se mofó de su novia. Años después, él y su novia -no recuerdo si fue la misma de la anécdota- aparecieron en un piso de Parla muertos (la mató a ella y luego se suicidó); unos cuantos fiambres en los puticlubs (debo entender que estos establecimientos son parte intrínseca de lo que llamamos “hostelería”) de Illescas: "voy al coche, ahora mismo vuelvo..." fueron las palabras de un tipo antes de volver con la escopeta paralela y descargarla sobre un padre y un hijo. Terminator no lo habría hecho mejor. Cabezas sin cuerpo y buzos de la policía rastreando el arroyo Guatén del vecino municipio de Yeles recogiendo restos humanos son hechos recientes de las páginas de sucesos del ABC Toledo. “No hace falta que viajen a New Jersey... Conozcan primero Yeles”, qué buen eslogan para promocionar el turismo en Castilla La Mancha.
No exagero si les digo que he atendido a los dobles de Toni Soprano y Joe Pesci. Ahora bien, y volviendo a AB, si alguna vez un amigo tuyo quiere hacer la ocurrente machada de montar un restaurante porque tú le dijiste el día que te invitó a su casa a cenar "¡Pero qué bueno está el pastel de cabracho que nos has preparado! [...] tú valdrías para tener un restaurante..." o cosas parecidas. Deberás salir cagando leches a la Fnac, compras confesiones de un chef y le subrayas el capítulo del dentista/cocinero, a la vez que le pides perdón. Ese día, te lo aseguro, habrás hecho un mundo mejor.
También hablamos de ese muchacho desconocido, de 68 años, que se apellida Arzak: ¡Cuántos cocinerillos quisieran tener su vitalidad, inteligencia y bonhomía!. "Is my brother..." me decía AB orgulloso mientras hacía como si se apuñalara en el pecho. Desde luego que si en la competición culinaria mundial - y eso RGS debe saberlo- el ranking se hiciese por categorías; en la de veteranos Juan Mari sería incuestionablemente Oro Olímpico.
¿Algo qué no me gusta de la obra de Anthony? En viajes de un chef y durante su promenade gastronómico por el País Vasco acompañado por el maestro de maestros, Luis Irízar. AB dulcifica a los querubines de ETA diciendo: "Hay aquí un puñado de antaño buenos muchachos, que se llaman a sí mismo ETA... Y hacen que los del IRA parezcan mosqueteros...”. “Joder, Anthony, no te contaron nunca - le espeté- que estos salvajes se cargaron a un cocinero...” “¡Nooooo!”, fue su respuesta de asombro.
A veces los guiris y los americanos sobre todo, deslocalizan los San Fermines en Sevilla y las Fallas en Santiago de Compostela sin ningún remordimiento. Es entonces cuando me viene a la memoria mi padre citando al otro novelista gringo, Ernest Hemingway ,“no tenía ni idea –él lo recalcaba con un: “ni puta idea”- de lo que el mundo del toro y su liturgia significaba”. Y así, con esa prudencia, se lo quise dar a entender a AB a la hora de comparar a los Mosqueteros con los matones del tiro en la nuca y la bomba lapa.
Al final, él, su compañero de mesa- mi amigo Gaspar Rey- y yo, acabamos maldiciendo/bendiciendo unos y otros: a la monarquía, a los nacionalismos y al clero; conciliados en absoluta comunión, mientras AB se partía de risa: “las dos Españas y el milagro de los Gintonics...” debió deducir.
Desde siempre tuve claro que no se puede cocinar –ni escribir- a gusto de todos; y estas historias quizás valgan para hermanar algún día Nueva York con Illescas, desterrar los guisos sobrados de mala leche y que alguna vez levanten la voz los “Cocineros-y camareros- sin Fronteras” para poner orden a los desvaríos de los políticos. Ni puñetera idea tengo de si realmente existe esta ONG, pero, de fundarse, quiero ser el segundo en militar en sus filas. Después de Anthony Bourdain.
A la memoria de Ramón Díaz, COCINERO y Vitor Larumbe CAMARERO. Dos víctimas inocentes de una sola barbarie.