No hay culpables. ¿O si?

Leo su nueva editorial y no puedo por menos de acordarme de una reunión de cocineros de mi ciudad en el que alguno aclaró que si se iba a hablar de horarios, por su parte la reunión terminaba. Ahora le leo a usted, que viene con estas, y creo que se ha convertido en un temerario de la noche a la mañana. Con los primeros que se va a encontrar en contra va a ser con los cocineros o camareros propietarios de restaurante, luego con los propietarios sin ser cocineros ni camareros, más tarde con los clientes y por último con algún que otro cocinero asalariado. Y todo porque todavía se entiende por negocio aquel que puede estar abierto cuantas más horas mejor, por mor de esa ensoñación en la que uno ve el comedor lleno y doblando mesas sin preocuparse del personal ni al final de uno mismo, de su calidad de vida, algo que redundará en el trato y en la creatividad del individuo.
Creo que es un cambio de mentalidad lo que se impone. Tanto el comensal como el hostelero han de pensar que un restaurante es un centro de trabajo, en el que hay un personal que además de cocinar, servir, sonreir, crear,...... tiene vida particular. Una vida en la que él también saldría a tomarse una copa, o un café a un Pub. Un descanso en el que los empleados, los cuales tras el descanso diario, acudirían al tajo con todos los sentidos, mejorando la productividad. Ahora bien. También se impone un cambio de mentalidad de los cocineros y camareros, donde prime el tiempo por encima del dinero, algo de lo que se ha abusado dando lugar a un estado en el que nos encontramos: mismo dinero más tiempo de trabajo. ¿No será esta una de los handicaps al intentar contener la huida de personal joven hacia otras disciplinas laborales?.

Roberto González
Arroyo de la Encomienda