Hasta hace muy pocos años, ni las carnes rojas ni los establecimientos habilitados para asarlas existían en las tierras valencianas. Sí, aquí o acullá alguien se arriesgaba a ofrendar rojas chuletas de vaca, pero eran excepciones y la carne no era excepcional. En la Comunidad Valenciana, las reinas de la carne de vacuno fueron, durante décadas, la chuleta de Ávila y de Lugo. Transcurrieron los años y ahora ya hay algunos lugares para carnívoros de lo rojo. Askua, local abierto en 1994, es uno de ellos, aunque su etapa de asador propiamente dicho no comienza hasta 2001 / 2002, cuando su propietario, Ricardo Gadea (en el comedor está su mujer, Emma Sempere, ex azafata de vuelo), ve la luz durante su visita a asadores guipuzcoanos como Julián, en Tolosa. A partir de esta inspiración, orienta su oferta hacia la carne roja y el producto apenas manipulado, a lo que agrega una excelente carta de vinos. A tal efecto, consigue que Luis Miguel Garallar (matadero de Bandeira, en Pontevedra) le suministre lomos altos de vacuno gallego, de unos 25 kilogramos de peso y diez o doce años de edad. Le llegan con una curación de 25 días.
A las 9 de la mañana saca las piezas para que se atemperen. Utiliza carbón de carrasca. Tiene dos parrillas inclinadas. La de abajo está alimentada con mucha potencia calórica.
Cubre la chuleta con sal. La asa por una parte, le da la vuelta y le vuelve a poner sal. Creemos que éste es, si no el mejor procedimiento, sí uno de los mejores, pues la sal se infiltra y no aparece en la mesa, cruda y molestando.
Pone la chuleta unos diez minutos en la parrilla de arriba, para que coja temperatura y tres en la de abajo. O sea, que tarda un total, aproximado, de quince minutos en culminar el asado. La deja reposar un par de minutos fuera, para que desjugue antes de servirla (en un plato, ya cortada y encima de una plancha de acero caliente). La acompaña con los prototípicos pimientos del piquillo confitados.
En la carta hay también kokotxas, espardeñas, ortigas de mar rebozadas, gambas y cigalas. Ver los mejores cocineros.
Ricardo Gadea
Ristoranti: Askua
Nazionalita: España
Localita: 46021 Valencia
(+34) 963375536ricardo@askuarestaurante.com Chiusura:: Sábados al mediodía, domingos, festivos, tres semanas en en agosto y del 24 al 31 de diciembre
Prezzo: 50 €/kilo
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Si hay alguien realmente inquieto en este mundo de la gastronomía, difícilmente lo será más que Senén González. No para y, en todos los palos que toca, que no son pocos, se va asentando, centrando y mejorando.
En el tema que nos ocupa, la chuleta, hay que decir, como punto de partida, que ya, a día de hoy, está al más alto nivel. Y lo que es mejor, todavía tiene margen de mejora, porque, entre otras cosas, no para de experimentar y de estudiar los modos a través de los cuales dar pasos adelante, cuestionándoselo todo, absolutamente todo.
Así, hoy, toda la carne que compra la selecciona de entre la que viene del matadero gallego de Bandeira, con lo que obtiene cintas de máxima calidad. Por si esto fuera poco, ha instalado en el restaurante una cámara de maduración, que mantiene a un grado centígrado y con una humedad permanente del cincuenta por ciento; esto supone poder controlar el tiempo de curación a su gusto, de forma que ésta sea mucho más prolongada que lo habitual, que suele ser alrededor de los veinte días. Al poder alargar este tiempo conseguirá, entre otras cosas, por una parte, una textura más delicada y, por otra, una mayor pérdida de peso, con lo que el sabor se concentrará notablemente, sin que aparezcan esos gustos desagradables propios de la excesiva maduración.
Para el asado de la chuleta, como es norma, saca la cinta de la cámara con antelación, para que esté a temperatura ambiente a la hora del servicio. Aunque, obviamente, dependerá del número de comensales, corta las piezas, como término medio, de unos cinco centímetros de grosor. Un rasgo diferenciador es que el fuego se hace mitad con carbón vegetal y mitad con brasas obtenidas a partir de leña de encina que quema en unos hornos junto a la parrilla. Por su parte, la rejilla se coloca casi plana, pero con una leve inclinación y bastante cerca de las ascuas, ya bastante quemadas, con lo que la carne quedará notablemente impregnada de las fragancias que aporta el humo. Otra particularidad es que, a diferencia de otros asadores, aquí se le dan varias vueltas a la chuleta mientras se va asando, lo que también contribuye a la impregnación de humo. En total, dependiendo de los casos, la chuleta estará en la parrilla alrededor de doce o catorce minutos y el resultado es apabullante. Una chuleta que merece estar en los cajones altos del podium de la especialidad.
Senén González
Ristoranti: Sagartoki
Nazionalita: España
Localita: 01005 Virotia-Gasteiz
(+34) 945288676siprado@sagartoki.es Chiusura:: Domingo noche, excepto la barra, que abre todos los días
Prezzo: 42 €/kilo
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Chuleta
Tomás Fernández ha encontrado su ser en el trabajo. Su pasión, convertida en obsesión, es comprar. Adquirir, al precio que fuere, los mayores manjares. Eso está asegurado. Luego, con los años, ha logrado crear su método de asado, muy argumentado, con ciertas particularidades, aunque en esto de la parrilla, como en tantos platos, ya se sabe que por distintos caminos se llega a Roma. Aun asumiendo que en gastronomía todas las verdades son relativas, este personaje, entrañable, tiene un mensaje incontrovertible, que se refrenda cada vez que se hinca el diente a uno de sus chuletones.
Tomás compra vacas, preferentemente gallegas, que hayan vivido en prados verdes durante muchos años. Se las proporciona Cárnicas Luismi. Cintas que tiene descansando en cámara durante unos quince días, a partir de ahí -asevera el maestro asador- «lo que ganan en ternura lo pierden en sabor, que se altera a peor y también en peso. La cámara se come lo que no te comes tú, valga la metáfora». La cinta, se viene a vender una al día, se saca del frío a primera hora de la mañana. Cuando llega el servicio, se encuentra a temperatura ambiente. A la una se enciende la brasa; carbón vegetal. A las dos, en la sala de asado, cerrada, independiente de la cocina, que se contempla desde el comedor, se alcanzan unos 45 grados; es verdaderamente insoportable la temperatura. El sufrimiento de Tomás, épico, muy similar al calor que padece Josefa haciendo entre llamas de sarmiento el celebérrimo arroz con conejo y caracoles de Casa Paco, en Pinoso. Cuando el cliente solicita la chuleta, se corta la pieza –conviene pedir lomo alto– y se echa sobre los hierros, lejos de las ascuas, para que coja calor y no color; ahí permanecerá diez minutos. La parrilla aparece muy inclinada y a unos 10 centímetros de altura del carbón. Transcurrido ese tiempo de atemperamiento, se sitúa justo encima del fuego, a escasos 10 centímetros, se echa sal marina gruesa por encima y se deja hacer a una brasa ni intensa ni débil. En función del grosor de la pieza habrá que jugar con la vivacidad de asado. El tiempo para una chuleta de 1.200 gramos no suele superar los 14 minutos, pues dado el atemperamiento y la excesiva temperatura del espacio, la carne sale bien caliente en el centro, tierna, jugosa y excepcionalmente sabrosa. Antes, se le habrá dado la vuelta y sazonado por el otro lado.
Tomás Fernández
Ristoranti: Alameda
Nazionalita: España
Localita: 26360 Fuenmayor (La Rioja)
(+34) 941450044info@restaurantealameda.com Chiusura:: Las noches de domingo y lunes, asi como agosto
Prezzo: 60 €/kilo
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Tomás de Francisco Herrero es uno de esos hombres que refleja el alma en la cara. O lo que es lo mismo, parece un espejo de listura y, sobre todo, de felicidad, que contagia a cuantos le rodean. Nacido en Pinares de Duruelo de la Sierra, emigró a Bilbao, trabajando durante 10 años con Jenaro Pildain (Guria), con quien adquirió una enorme profesionalidad y un talante de caballero, cualidad que también le distingue y que contribuye al éxito de este negocio, siempre abarrotado, que responde plenamente a la idiosincrasia de cocina regional y, más concretamente, de asador castellano. Por tanto, al Fogón del Salvador hay que acudir a disfrutar de los múltiples platos de las extraordinarias setas sorianas, a concretar según temporada, trufas, hongos laminado como en carpaccio con aceite de oliva y pimienta negra, perrechicos, de cardo salteadas, níscalos a la plancha, etc., siempre mejor oficiadas solas que en revuelto. También de los torreznos o trozos de panceta fritos, siempre suculentos y con dos texturas, fundente y crujiente, los mejores que hayamos comido nunca, claro está, recién hechos. A su vez, de las migas pastoriles, sin lugar a dudas estelares, copiosamente ilustradas. Qué decir de los apoteósicos, nunca mejor dicho, apoteósicos riñoncitos de cordero asados. Y dejar un buen hueco para ahitarse del gran estandarte de la casa, el lechazo, manjaroso a más no poder y con pronunciado sabor a madera. Claro que el cochinillo no le va a la zaga; repitiendo las características: suculencia, ternura, jugosidad y marcados aromas rústicos. Y no está nada mal la leche al limón, un postre dulce y cremoso, sutilmente acidulado, de una rabiosa gustosidad, o el flan de café, excelente en su sencillez.
Vamos con las claves de la preparación del lechazo. El horno, insertado entre la barra y el comedor principal, ha sido construido con ladrillo y arcilla, siendo refractario. Las maderas que se emplean, al 50%, son de encina, que aporta calor y de roble, que acentúa la llama y con ello motiva el dorado exterior.
Los lechazos que emplea proceden de la Sierra de Pela, zona próxima a Aranda de Duero. Su peso en canal ronda los 5 ó 5,5 kilos. No los desposee de la telilla exterior que los envuelve. Se cortan en cuartos.
Cada cuarto se deposita en una cazuela de barro, con el interior del cordero mirando hacia arriba, salando precisamente esa zona y no la opuesta. Se introduce al horno plenamente caliente y se tiene unos 60 minutos, más o menos, hasta que vemos que está hecho por ese lado. Entonces, se le da la vuelta, colocando la zona de la piel, la exterior del lechazo, mirando hacia arriba. Con un pincel se unta levemente de manteca. Se sala con sal común por esa parte, lo que no se había hecho al principio y se vierten sobre la cazuela dos dedos de agua, teniendo, aproximadamente, otra hora, hasta que se dore y esté crujiente, añadiendo un poco de agua en el caso de que se vaya evaporando.
La calificación de este lechazo es bastante variable. Hemos comido piezas que bien merecerían el 8,5 y otras de 7. El motivo principal de por qué ocurre es que los fines de semana el restaurante se masifica, pudiendo servir a 200 comensales y eso repercute.
Tomás de Francisco Lafuente
Ristoranti: Fogón del Salvador
Nazionalita: España
Localita: 42001 Soria
(+34) 975230194asador@fogonsalvador.com Chiusura:: Siempre abierto
Prezzo: 38 el cuarto
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