Yemas de Santa Teresa, S.A.
La Flor de Castilla, en su origen, fue una confitería fundada en la segunda mitad del siglo XIX por don Isabelo Sánchez, con el nombre de La Dulce Avilesa. Fue precisamente este artesano el que comenzó a hacer en su obrador, en 1860, las primeras Yemas de Santa Teresa. Empresa que con la llegada de Julián Gil acentuó su calidad y expandió su abanico de exquisiteces, como la carne de membrillo y la mayonesa de aceite de oliva virgen extra, ambos con la marca Santa Teresa, que, al igual que otros, figuran en este epígrafe. Centrémonos en las excelsas y prestigiosas Yemas de Santa Teresa. Redondas, de color naranja salpicadas de azúcar. Su delicadeza es insuperable, única, deshaciéndose instantáneamente en boca y fundiéndose sin necesidad de ninguna presión, textura interior que contrasta con la exterior crujiente del azúcar, que perdura. Al paladar rompe una sensación nítida y plena a yema de huevo, que evoca al tocino de cielo, para luego dejar un dulce, que no empalagoso, recuerdo. Son de una sensibilidad y de un sabor celestial. Uno de los mejores petits fours del mundo.