Un Circo Que Aburre
El País.
Todavía me duele la cabeza del estruendo de la gala de ayer, The Fifty Best 2012, en la que se coronó a los primeros 50 restaurantes del mundo. Al final, más de lo mismo. Pocas variaciones en los primeros puestos respecto al año anterior y una brutal sensación de monotonía. Me aburre todo lo relativo a este tema. Algunas críticas que he leído son sensatas y otras desacreditan a quienes las han escrito. Lo peor que le ha podido pasar a los organizadores es que el listado de este año haya permanecido casi invariable en los primeros puestos. Si los casi 500 cocineros y propietarios de restaurantes que han votado de un total de 837 que hemos compuesto el jurado consideran que la clasificación debe permanecer casi inamovible, es que la cocina no evoluciona y que, por lo tanto, la lista está muerta. Sentenciada por falta de novedades. Y como no es cierto algo falla. No discuto en absoluto que el circo beneficie a España, como repite Ferran Adrià con vehemencia. Colocar a 2 cocineros entre los 5 primeros y a 3 entre los 8 es muy importante. Ningún otro país del mundo lo ha conseguido, aunque Estados Unidos anda cerca. Y que entre los 50 tengamos a 5 (10 por ciento del total), algo estupendo. O que Andoni Aduriz haya sido "chef's choice" y Elena Arzak designada mejor cocinera del mundo, fantástico. Me da lo mismo. Me asusta pensar la que se nos viene encima. Cada vez que a partir de ahora se hable de los hermanos Roca se apostillará en los comentarios: "segundo mejor restaurante del mundo según..." un castigo. Por favor que ya lo sabemos.Si admitimos que la principal crítica que se hace a esta lista es cierta y que el jurado no visita los restaurantes que debiera para disponer de un criterio justo, cada vez tengo más claro que en el éxito de un cocinero influyen razones extra gastronómicas: a) Las campañas de publicidad y de relaciones públicas que pueda hacer de sí mismo (Rene Redzepi es un genio como Adrià lo fue durante el lustro que lideró el cotarro) b) las simpatías que sea capaz de despertar entre sus compañeros de oficio. Lo pensé ayer durante el almuerzo en el hotel Dorchester en el que compartí mesa con los cocineros finalistas desplazados a Londres. Como durante estos últimos años he estado en un porcentaje notable de los restaurantes que ocupan el podio me apetece hacer comentarios breves. Me sentiría feliz si con esto contribuyo a evitar los bostezos de los que piensan lo mismo.