Intrusos Reales
¿Se pondría usted en manos de un dentista sin titulación? ¿Montaría en un 747 si supiera que el piloto obtuvo la titulación en Afganistán? ¿Dejaría que Rodrigo Rato le asesorará en Bolsa? ¿Establecería un negocio de Hostelería con Iñaki Urdangarín como socio?
Son algunas preguntas que brotan en mi cabeza cuando escucho que algún renombrado actor, músico, torero, boxeador o futbolista, aterriza jubiloso, de repente, en el mundo de la gastronomía como Jesulín de Ubrique lo hizo en el mundo de la canción ligera. Deduzco que cuando uno es rico y famoso, ser el propietario de un suntuoso restaurante que cincele su ego como si fuera un signo de legítima ostentación le hará sentir como a Di Caprio en la proa del Titánic. Porque, en la actualidad, poseer un yate, un castillo, un viñedo o un jet privado podría parecer una memez en comparación con la de detentar un santuario de la gastronomía. Si me pongo a enumerar aventuras hosteleras de Celebritys foráneos y patrios no paro -algunas ya cerradas gracias a dios-; y, la lista sería interminable... Pero, como hoy no he venido a elogiar sus anheladas profesiones les vamos a dar un repasito a algunos de ellos con sus nombres y apellidos:
Robert de Niro, F Ford Coppola, Clint Eastwood, Quentin Tarantino, Demi Moore, Bruce Willis, Silvestre Stallone, Arnold Schwarzenegger, Jennifer Lopez, Eva Longoria, Gérard Depardieu, Joaquín Sabina, Santiago Segura, Isabel Pantoja, El Cordobés, Curro Romero, Urtain, José Antonio Camacho, Goyo Benito, J.C. Ferrero, Rafa Nadal y... Urdangarín. Si señores. Este último, El Duque de Palma, se asomó al mundillo empresarial formando parte del restaurante "El Pou" en Barcelona que acabó cerrando y corre el rumor que supuestamente La Seguridad Social le perdonó deudas acumuladas. Las noticias que nos llegan de este ex deportista convertido en empresario exitoso han hecho que el que aquí escribe y que se ufanaba, hasta hace muy poco, de ser monárquico poniéndose firme en la plaza de Las Ventas cuando sonaba el Himno Nacional en presencia del Rey; y, hasta, se le caía la baba al ver en el “Hola” a la Familia Real española, tan acicalada y peripuesta, todos juntitos para la afoto al lado del árbol de Navidad. Ahora, en estos momentos, visto lo visto y oído lo oído, desearía que los bolcheviques se diesen un paseo por La Zarzuela. Sospecho que si el Duque de Palma y tanta inutilidad política que nos rodea hubiesen montado sus negocios en Cantimpalo (Segovia), su gestión, cuando menos, hubiese pasado algo más desapercibida.
Y, no solo se puede atribuir el intrusismo en el sector de la restauración a las celebridades. En España el narcisismo hostelero también afectó poderosamente a otro gremio –actualmente extinto-, que fue esa estirpe de constructores inmobiliarios que habitó la península Ibérica durante la época en la que un “visionario-iluminado” nos prometía el nirvana a la vez que voceaba “¡ESTAMOS EN LA CHAMPION LEAGUE DE LA ECONOMIA". Así pues, en la actualidad, nos han dejado dispersos por toda geografía de la piel de toro hoteles con Spas a medio terminar y restaurantes con arroz sin bogavante. Como en épocas pasadas imaginaron “con la de pasta que me dejo en los restaurantes: si yo monto uno todos mis amigos vendrán en tropel y…” ¿Les suena esto que les estoy contando?
Es lamentable qué existan insensatos que acudan a restaurantes como a los que hoy nos referimos porque está de relaciones públicas zutanito de Gran Hermano o el ex furgolista de moda, sin prestar la más mínima atención a la comida ni a quién la prepara; peor aun es que los profesionales de la hostelería demos pábulo a esa impostura que en su mayoría es para llorar.
Pero, y ahora que lo pienso, ¿Qué hago yo aquí escribiendo? ¡Si yo no me dedico a esto! Sólo soy un… camarero. Lo siento, me he equivocado… No volverá a ocurrir.