De Willy Toledo, Putas y Cocineros
Por el titulo habrán captado que hoy no tocaba hablar de Marcel Proust. Voy a poner el punto de mira en el entrecejo de actores y cocineros, ¿Acaso no es lo mismo? Releía el último Best Seller de Bourdain recién presentado en España (En crudo: la cara oculta del mundo de la gastronomía) donde un manido chiste ligeramente sexista, que viene al caso, decía algo así:
Un tipo en la barra de un bar se fija en una bella doncella y la inquiere:
Señorita, disculpe, ¿estaría dispuesta a follar conmigo si le pagase un millón de dólares? La chica le mira estupefacta mientras medita y finalmente le responde: “bien, por un millón de dólares creo que sí…” El menda le pasa un dólar mientras le guiña un ojo.
La chica le dice cabreada “¡estás gilipollas! ¿Te crees que voy a follar contigo por un miserable dólar?” El tío sin perder la sonrisa le responde: “Mujer… yo ya tengo claro que tú eres una puta. Ahora ya lo que estamos haciendo es discutir el precio”.
Muchos actores/cocineros se asemejan con sus actitudes a la chica del chiste. Que conste en acta que en ningún caso quiero hacer juicios morales sobre el milenario oficio de la prostitución. Desde la barra extinta de mi casa he conocido y respetado este gremio desde que era un crio. Y, he tratado con meretrices de todo tipo, incluso muchas de ellas me han dado buenos consejos, sólo eso. Lo juro. Sin embargo me sale espuma por la boca al ver a una supermegaestrella del fogón o del celuloide que me intenta seducir con una artificial sonrisa promocionando un microondas, una batería de cocina, una bolsa de patatas fritas, un supermercado de tercera división o, una… ¡¿cerveza para postre?! No por el derecho de pernada al que estos artistas se brindan; sino por el agravio comparativo que deben sentir magníficos profesionales de otros gremios que llevan a casa un sueldo raspado sin tanta pose ni aspavientos. Verbigracia: al cirujano que operó a mi madre a corazón abierto no le llaman ni para promocionar Las Berenjenas de Almagro… Que deben ser cardiosaludables del copón. Como todo lo que producimos en La Mancha. ¡Ole ahí! (Cospedal acuérdate de mí para esa placita en La Consejería de Agricultura que la Hostelería está Jodida). Hago esta reflexión para poner en valor la suerte que tenemos en nuestro gremio donde un Cocinero tiene más trascendencia que el que inventó la Viagra. ¿Alguien de ustedes le conoce?
Y, aunque alcanzo a compartir que el ejercicio de “meretriz” - a mí mismo me ha tocado en innumerables ocasiones trabajar de “lumi”- en la hostelería es absolutamente legitimo y hasta necesario: el negocio del restaurante es una cosa muy seria y las facturas de los proveedores, el alquiler del local, el recibo de la luz… Caen todos los meses como los obuses en Siria; y, hacer una campaña con la imagen de un reputado chef de moda puede suponer para éste la nómina que no obtiene oficiando varios meses en su restaurante. No dejo, sin embargo, de recelar de la figura del “cocinero mediático”; ése que está más tiempo delante de la cámara que de las ollas y al pasar delante de una sucursal bancaria cuando ve la cámara de seguridad del cajero automático allá que se tira de cabeza. Esos me suscitan casi tanto recelo como ver a mi admirado Robert de Niro español, Willy Toledo, anunciando un video juego o apadrinado un libro del hijo de Arnaldo Otegi. Y de este quería hablar.
La última de este tío macho ha sido destrozar un bar (¡Dios mío, UN BAR… Un templo!), y amedrentar al propietario y a los clientes que allí se encontraba. Pero, eso sí, él acompañado de otros 15 o 20 machitos de su calaña el día la Huelga General. No teniendo el valor o la vergüenza torera de arremeter contra una sucursal bancaria, El Congreso de los Diputados, El Corte Inglés o a la Sociedad General de Autores… Y, va y ¡Destroza un bar! ¡Qué valentía! ¡Qué arrojo! Creo que existe una ley para cuando algún energúmeno la monta en un campo de futbol y le sentencian por ello, el pollo se tira años viendo a su equipo preferido desde el sillón de su casa litrona en mano sin poder volver a sentarse en la grada de un estadio. Mi pregunta es: no existe alguna otra ley aplicable parecida que impida a este sietemachos aparecer por bares, restaurantes, discotecas, casinos o puticlubs… ¿Qué se puede esperar de alguien que llama “delincuente” al disidente cubano Orlando Zapata una vez fallecido? “Debería pasar una temporada en las cárceles cubanas” –fue la genial terapia que le propuso Andy García al talentoso actor-. Willy, tío, mírate eso de ir por la vida de activista-metepatas… no quieras arreglar tú solo el mundo. Yo por mi parte te prometo que seguiré viendo tus películas. Eso sí, que Gallardón imparta justicia y te tires una buena temporada sin pisar un bar.