La mano de Enrico Pezzotti es ciertamente feliz y talentosa, la suya es una cocina sólida, de gusto, en el que las técnicas están abiertamente al servicio de la emoción gustativa y no de la maravilla estética. Los elementos que componen los platos se connotan por una fuerte llamada a la tradición y al territorio, los cuales no son usados como justificación pero, nos parece, como que ahora vuelan de una idea, de un sabor, de una curiosidad.