Vivir de las Propinas: Volvemos a los Tiempos de la Posguerra
La restauración es el sector en el que más implantada está la costumbre de las propinas.
Iván Gil. El Confidencial
Las propinas no son obligatorias en España, aunque en la práctica así lo parezca, al menos en determinados tipos de establecimientos y barrios céntricos de las ciudades. A pesar de la crisis, continúa existiendo la costumbre de que los clientes dejen las vueltas de la cuenta en cafeterías y restaurantes, lo que se asocia más con el afán de remarcar el estatus social (sobre todo si no se corresponde a la realidad) que con un simple gesto de gratitud o de recompensa por el buen servicio recibido.
Visto superficialmente, puede pensarse que se trata de una decisión personal sin mayor trascendencia. Pero en el fondo se aprecia una serie de implicaciones que van mucho más allá del mero hecho de ofrecer una imagen de generoso o, por el contrario, de tacaño.
El trabajo es el entorno donde más se notan las consecuencias de esta práctica.. Para sus detractores, se trata de una “perversión de las reglas de juego laborales que fomenta los sueldos bajos” y, por tanto, precarizan al trabajador. Para sus defensores, las propinas son un “gesto de solidaridad con quienes tienen trabajos mal pagados que les a alcanzar un salario lo más digno posible”.
“Yo trabajo en Telepizza y la gente es una rata con las propinas. Yo creo en ellas porque, si no, no llego a fin de mes ni a pagarme los estudios ni a nada”. Argumentaba un repartidor de comida a domicilio en un foro en el que está registrado con el nombre de usuario Fatmorbida. Unos argumentos que no tardaron en generar debate: “Enfocas parte de tu cabreo contra los que no te dejan propina porque dices que sin ella no llegas a fin de mes, pero la realidad es que los únicos que te están jodiendo son quienes te tienen contratado por estar pagándote menos de lo que deberían”, le contestaba otro forero con el nombre de usuario Milhaud.
Dar o no dar, ayudar o dignificar
Los argumentos a favor y en contra son antagónicos, aunque ambos tratan de paliar la misma problemática, unos dejando propina y otros haciendo justo lo contrario: "Si todo el mundo hiciera su trabajo como debe y además estuviera bien pagado, las propinas no tendrían ninguna razón de ser", sentenciaba el forero antes citado. Otros son todavía más tajantes, como comenta Günther en otro popular foro al respecto de las propinas a los repartidores, “si no está conforme con lo que gana que se lo diga a su jefe, que le suban el sueldo o que deje el trabajo”.
Si todo el mundo hiciera su trabajo como debe y además estuviera bien pagado, las propinas no tendrían ninguna razón de ser
Para otros se trata simplemente de premiar la calidad del servicio y fomentar el buen trato. Según un estudio sobre la percepción de los empresarios de hostelería en cuanto a las propinas, la mayoría de veces responden al buen desempeño, atención y competencia de los trabajadores. De hecho, para el 75% de los propietarios consultados el que más competencias tiene es el que más propinas gana.
La generalización de estas costumbres puede llegar a extremos que rozan la esclavitud. El pasado año, la policía detuvo a dos empresarios hosteleros de Ferrol por explotación laboral a un camarero que percibió como salario durante un año sólo las propinas. Unas prácticas que se producen principalmente en hostelería, que ya se han denunciado en más de una ocasión por los sindicatos coincidiendo con los períodos de contratación estacional.
El Pan de los Trabajadores Precarios
En muchos países las propinas son obligatorias. Uno de los lugares donde más implantadas están es EEUU. Normalmente suponen entre un 15 y un 20% del precio del producto o servicio que se refleja en la factura. Así, las nóminas de la mayoría de camareros se corresponden a un cuarto del salario mínimo normal, pues el resto se cubre con propinas. Las últimas huelgas generales en el sector de la comida rápida guardan cierta relación con esta cuestión, al exigir un aumento del salario mínimo que no les haga depender de las propinas.
En España las propinas no están establecidas por norma, pero se da por sentado que por lo menos deben darse a un mozo de hotel o al personal de servicio de un crucero (donde incluso te dejan un sobrecito en la mesilla para ello). Se trata de dos de los trabajos más precarios, junto al de repartidor de comida a domicilio anteriormente citado. ¿Simple casualidad?
En EEUU las nóminas de la mayoría de camareros se corresponden a un cuarto del salario mínimo y el resto se cubre con propinas
Para los detractores de las propinas, la caridad no soluciona el problema de la precariedad, sino que lo ahonda todavía más. Ciertamente, que la nómina de alguien dependa de una costumbre tan aleatoria como las propinas no ofrece ninguna seguridad económica, más aún cuando se tiene que hacer frente a una serie de gastos fijos a fin de mes. Quizá por ello, en EEUU este tipo de trabajos, donde cerca de un 75% del sueldo se deriva de las propinas, están copados por estudiantes sin responsabilidades familiares ni hipotecarias, que ayudados por sus padres sólo necesitan un complemento económico para cubrir sus gastos.
Una costumbre de la posguerra que ha revivido con la crisis
En España, esta costumbre que en los últimos años se está volviendo a recuperar, fue una práctica habitual durante la posguerra y el franquismo. Los camareros solían estar mal pagados y se aceptaba como norma de uso común dejar, al menos, la calderilla como complemento a su sueldo. Camilo José Cela retrató con genialidad en La Colmena la importancia de las calderillas dejadas por los clientes del café de doña Rosa, pues suponían el pan de sus maltratados camareros. Poco más que decir de los cerilleros:
¡Buen puro se está usted fumando, amigo!
Vega le contesta sin mirarle, con solemnidad:
-Sí, no es malo, mi duro me costó. Al de la mesa de al lado, que es un hombre raquítico y sonriente, le hubiera gustado decir algo así como: "¡Quién como usted!", pero no se atrevió; por fortuna, le dio la vergüenza a tiempo. Miró para el impresor, volvió a sonreír con humildad, y le dijo:
-¿Un duro nada más? Parece lo menos de siete pesetas.
-Pues no: un duro y treinta de propina. Yo con esto ya me conformo.
-¡Ya puede!
Un pasado para olvidar, aunque entre la mayor parte de los españoles que ya no vivieron esta época las propinas han perdido sus connotaciones negativas, necesarias para la supervivencia. A pesar de ello, la historia pesa y, según una encuesta online del portal Skyscanner, los españoles son los turistas más rácanos del mundo a la hora de dejar propinas.
Radiografía de las propinas por países
Eso sí, en varios países asiáticos se considera como un gesto de mala educación dar propinas, como es el caso de Japón, Tailandia o Singapur. En otros, como Cuba y China, incluso está prohibido por ley, aunque en los establecimientos turísticos se aceptan de buena gana e incluso se fomentan.
Que el salario de alguien dependa de una costumbre tan aleatoria como las propinas no ofrece ninguna seguridad económicaEn América del Sur se acostumbra a dejar un 10% de propina en hoteles y restaurantes, aunque para los locales no tienen demasiada buena prensa. Al contrario, sus connotaciones son tan negativas que existen expresiones como‘mafia de las propinas’ para denominar la corrupción de la policía y otros funcionarios que sobornan a la gente para no multarlos o para atenderlos antes en la consulta del médico.
En Argentina, las medidas políticas que han permitido a los establecimientos exigir legalmente propinas a los clientes no han estado exentas de polémicas y de rechazo social. La regulación del sistema de propinas por ley suele responder a la voluntad de los gobiernos de erradicar el pago en negro y la no declaración de estos ingresos por parte de los profesionales de la hostelería.
El escritor Joan Guasp concluía en un reportaje sobre las propinas en la revista cultural El Ciervo que “dar es de acomplejados”. Sin embargo, reconoce en el mismo artículo que para muchos, entre los que se incluye, pueden sentirse culpables al no hacerlo. Una batalla interna que, dice, la mejor forma de resolver es “dando simplemente las gracias y sonriendo bobaliconamente a quien te tiende la mano”