Establecimiento legendario cuya andadura se remonta a 1952, año en que Pascual Blanco, que en opinión de su esposa doña Josefa, que aún se le ve por la casa, vestía como “un pincel”, de ahí su nombre, lo fundó. De entonces ahora el negocio sigue en manos de la familia, dirigido en el actualidad por los hijos, Pedro y Diego, habiéndose incorporada ya la tercera generación, que trabaja en cocina y sala. Tantos años de trabajo y éxito y, por tanto, tanta solvencia, han propiciado, así como la inquietud de los Blanco, a reinvertir en el local, magnifico, en plena consonancia con las construcciones locales, elegantes y rústicas. Además disponen de una barra que se sitúa entre las grandes del país. Se impone picar producto, productos estelares, como en muy pocos restaurantes se encuentran actualmente en España. Las huevas de mujol, bajas en sal y tiernas, jugosas, con una curación breve, son un auténtico manjar. Superior si cabe el Jamón ibérico de bellota, procedente del Valle de los Pedroches, tan bueno y tan regular, que garantiza el sobresaliente. ¡Qué aroma! ¡Qué exquisitez! El lomo de Joselito, las anchoas del Cantábrico, el queso manchego… siempre extraordinarios. Hasta las cortecitas de cerdo merecen destacarse, que se sirven de aperitivo con unas espléndidas aceitunas negras aromatizadas con orégano. En consonancia, mariscos de Santa Pola o Cambados para celebrar la suerte que tiene usted, aunque sea sudando tinta china, dese a la faena de las gambas rojas, quisquillas, cigalas, percebes o almejas de Carril hasta que el cuerpo o la cartera le digan basta.
Otra opción triunfadora: ensalada de perdiz escabechada con lechugas, tomate, ajos confitados y granos de pimienta negros y rojos, además de un logradísimo realce de escabeche, por atemperado, que influye lo justo y preciso sobre la carne y los vegetales. Y siempre obligado hemos de considerar el gazpacho manchego, que junto al de Los Chispos, en Yecla, son los mejorcitos que hemos comido, bastante distintos, tanto monta, monta tanto el uno como el otro. Este aparece copiosa y noblemente engalanado con conejo, pollo de corral, pichón, níscalos y caracoles. Exquisito en su suculencia. Insistimos, gratísima obligación, sea verano o invierno.
Hasta aquí la comida ideal que tiene otras opciones también interesantes y algo más sofisticada en la gamba roja crujiente al aroma de albahaca y en la terrina de foie gras con uvas confitadas, pasas de Corinto y compota de frutas. O en propuestas más apegadas al territorio y el costumbrismo como el gazpacho de verano, que suele llevar rape, atún, mero, gambas y almejas; como nuestro caldo reconstituyente con relleno, las famosas pelotas con la sopa del cocido; o como los garbanzos con albóndigas de bacalao.
La atención no puede ser más próxima y efectiva y hay vinos para todos los gustos y fortunas.
Pasión por la tierra y la tradición; desde la honestidad y caballerosidad.