"DE DÓNDE VIENEN LOS CRÍTICOS GASTRONÓMICOS? ¿HACIA DÓNDE VAN?"
No soy yo quien tiene la respuesta. Aunque probablemente no existen dos críticos iguales, sí que parece que hay escuelas o tendencias; por eso no se les puede ubicar a todos en el mismo espacio. Tampoco todos los lectores atesoramos la misma percepción de la cosa gastronómica. Esto dificulta muchas veces que se encuentre un punto de entendimiento en el marco del universo culinario, quizás por ausencias de premisas compartidas, consensuadas, o jerarquización interesadas de las mismas. Sin embargo, sí me parece mensurable el alcance de las expresiones o concepto de los que, a mi entender, se abusa. Leer algunas de las cosas que se vierten sobre el papel le dejan a uno la sensación de que éstas proceden del mundo fantasioso de Lewis Carroll o de una obra inacabada de Luis Carandell. Y es que hay comentarios que, queriendo ser gastronómicos, se adentran en el ámbito del ilusionismo, cuando no de la alienación. Sin olvidarnos del esfuerzo que realizan algunos porque su lirismo supere la espectacularidad de los platos que comentan, desplazando así la función del protagonista.
Los comentarios de García del Moral sobre las ponencias en el Congreso de Lo Mejor de la Gastronomía me parecen una muestra de esos deslices ditirámbicos.
Dos muestras. Recogiendo un expresión que ya se conocía (J. C. Capel, El País. 8/5/2006, en referencia a Albert Adriá), Josean Martínez Alija es considerado “El mejor cocinero desconocido del mundo”. Sería de desear que se le explicase al lector poco advertido por qué extraño don se puede conocer a todos los desconocidos, separar a los que cocinan de los que no y decidir quién es el bueno, aunque ahora ya tenemos dos. Al final de su comentario trata de enmendar el desaguisado, pero lo que consigue es poner de manifiesto cómo se urden las manipulaciones periodísticas. Es posible que este cocinero, según el etnocentrismo al uso, pueda ser considerado el mejor del mundo (de hecho RGS apoya la tesis: “sus dones […] no tienen parangón”, aunque luego desacelera: “nos encontramos ante UNO de los cocineros de nueva generación más importantes del mundo” – El Correo Digital), pero no puede ser, pues es obvio que ese trono ya tiene dueño (a pesar de que Bittor Arguinzoniz ya lo sea “sobre las brasas”, del Moral dixit). El cetro, como no podía ser de otro modo, es propiedad de Ferrán. Aunque yo no comparta esta opinión, comprendo que otros tienen criterios diferentes y hacen bien en manifestarlo. Pero, y con ello entro en la segunda muestra, me parece fuera de lugar aseverar que él sea “EL MEJOR COCINERO DE TODOS LOS TIEMPOS”. Si entendemos que “todos los tiempos” significa: pasado, presente y futuro, tal afirmación supone sacar la opinión del terreno culinario para trasladarla al religioso, ya que se trata de una proyección intemporal que excede lo humano. Mezclar épocas sin considerar niveles de desarrollo económico, contextos culturales, particulares niveles tecnológicos, problemáticas sociales, etc., no es de recibo aunque solo fuese por asepsia cognitiva.
Un poco más de sensatez y algo menos de mediocracia no nos vendría mal.