Pablo Márquez

LA BIEN APARECIDA

Paco Quirós se ha hecho con cinco elementos para alcanzar el éxito. En primer lugar, con unos prismáticos, instrumento óptico que le permite advertir a lo lejos cosas que no se pueden ver a simple vista. En segundo término, con una brújula, gracias a la cual no pierde el norte, manteniendo el rumbo emprendido con determinación sin abandonar el camino trazado con un objetivo claro. También posee un reloj, que marca el cuándo, las condiciones y las obras; un cronógrafo exclusivo que indica el momento adecuado con precisión. Y un imán, con el que atrae con inteligencia a propios y extraños que suman y engrandecen la causa. Podemos hablar por hablar de un quinto elemento más místico e indemostrable como puede ser la ventura o el azar. Lo cierto es que con esta bolsa de herramientas este infatigable hostelero cántabro ha llegado a la capital para conquistarla. Y, tras varias batallas, el sargento ha conseguido ascender a teniente aspirando una promoción a capitán.

Con los mencionados prismáticos divisó Madrid desde su hogar, focalizando su interés en el abordaje de la nada facilona plaza. Pero la óptica de los mismos, como ya observaba, permitió al ambicioso de Paco advertir la oportunidad en la ciudad que todo lo cuece.  Sostuvo por un instante la brújula, cuya aguja indicaba insistentemente sin parpadear el mismo objetivo. Y se marcó los tiempos, unos dados, otros atinados, acertando en cada propuesta abierta: Cañadío 1981-La Maruca-La Bien Aparecida- y, por último, La Primera, retornando al principio avanzando en el tiempo. Y con esa atracción e inteligencia que posee, unió al proyecto a actores secundarios que aspiran al Oscar. Así, motivando con participación y conquistas, une al propósito, en el caso que nos atañe, al joven preparado chef Jose Manuel de Dios, académico de las artes culinarias, formado en teoría en la Escuela de Hostelería José Luis González del IES Peñacastillo de Santander, en la práctica con Emilio García (Restaurante Balneario de Puente Viesgo); Akelarre con el maestro Pedro Subijana, permaneciendo como jefe de cocina al lado del actualmente biestrellado Jesús Sánchez desde el 2001 hasta el 2014, año en el que se incorpora como ayudante de cocina de Nicolas Magie (Hotel Saint- James. Bouliac. Francia), temporada gloriosa que culmina ocupando el puesto de Jefe de Partida de Verduras al lado de uno de los más grandes de la historia: Michel Bras (Restaurate Bras. Laguiole. Francia). Pero es de nuevo en Santander, en Bodega La Cigaleña, (2015), donde Paco Quirós enamora con las mieles de la gloria al preceptivo chef.

Cocina elaborada de arraigo popular, precios asumibles, locales preciosistas…lecciones aprendidas en la vida empresarial de Quirós comenzada en 1981.

En nuestra visita al acogedor laberíntico local situado en la calle Jorge Juan número 8, pudimos comprender lo acertado de la apuesta. No hay más que sentarse en una mesa y probar los aperitivos para cerciorarse de lo atinado de la decisión. Una elegante y sencilla croqueta cremosa de lacón y huevo, sumada a un bocado, a modo de ‘macaron’ relleno de solomillo de novilla adobado con una salsa suave y punzante de aromas, además de un fresco, equilibrado y chispeante bombón de mejillón, rescatado de las tradicionales barras Cántabras, obliga a permanecer atado a la silla intuyendo el afortunado devenir de los manjares que se esperan.

Las verduras, inconmensurables, de una simplicidad y belleza palatal incomparable.

Verdor exuberante el protagonizado por la Borraja de Calahorra, a la cual aplican una cocción en  agua cargada de magnesio purificando la verdura, amabilizando el paso asando con picardía unas chalotas que equilibran con dulzor el trago semiamargo pornografiado con mantequilla.

Se busca la perfección con dos elementos principales y se consigue llevando al altar, liberal e inesperadamente, unas alcachofitas y anchoas que no pueden ser más felices. ¡Viva las novias! De padrino de la ceremonia un espagueti elaborado con un vino Generoso que abomba las nupcias con primor y alegría.

Con la misma delicadeza y gallardía nos descubre Jose Manuel de Dios, Dios a secas para los bienaventurados que se sientan en su mesa, un Cardo blanco enterrado de Navarra, tierno, tenue, entregando su tuétano con un punto amantecado, demostrando la vital limpieza y corte de la verdura revelando su esplendor. El cardo se presenta como una isla que emerge de un consomé elaborado con la misma planta, plácido e intenso, sobre el que reposa infusionada una suprema paleta de Joselito, reconfortante en verdad. Para aquellos que no ven lujo más allá del producto, una cucharada de caviar coronando el cardo, acaba de convencerlos de la excelsitud del plato.

 

La “Purrusalda”.

Seduce a los que disponen de memoria gustativa con una brandada sedosa de bacalao y ajos de Cuenca, a la que incorpora unas inesperadas láminas de pasta que nadan en un apacible mar de intenso calado de bacalao y las notas características a avellanas y nueces de la patata ratte.

 

Más incomprensible si cabe, conociendo el intelecto del chef, el ‘maridaje’ de Angulas-cebolla- cocido montañés. Y no porque el plato, sus elementos, no se mostraran a la altura deseada, no. Excelentes cada uno de ellos. Si los dividimos en tres pases nos saltarían sápidamente las papilas. Pero no se entiende que un manjar tan exquisito y delicado como las angulas, naden en la contundencia y gusto de un caldo de cocido, lógicamente pasando totalmente desapercibidas. Solamente se deduce como el intento patriótico de innovar un mar y montaña de raíces y cultura, por lo que su corazoncito Cántabro se antepuso a la lógica culinaria. Se perdona y respeta dicho desenlace en un homenaje al río Pas, en su desembocadura de Mogro.

Tras esta anécdota de nuevo la sensibilidad y esplendor. ¡Qué delicadeza! Brotes nuevos de lechuga guisados reposando con unas superpuestas láminas crudas de lubina marinada en un vinagre suave, acompañadas de una salsa de fundamento cítrico. De nuevo elegancia, finura, osadía, compromiso.

No todo lo que se aprende de los franceses es positivo. No se debe desnudar al pescado despojándole su piel. Si te gusta el erotismo, pierde excitación la pieza. Aun así el lomo de lenguado luce impecable en punto y frescura, Cantábrico en esencia, sesteando sobre unas hojas de nabo aderezado con crema fina de huevo y algas, nabo blanco anisado y pilpil de su colágeno, demostrando, una vez más, la categoría de cocinero que reina en el establecimiento.

 

Tuvimos la fortuna, de que en esa misma jornada, un cocinero del restaurante de Michel Bras colaboraba en cocina. Y ahí nos enteramos del intercambio entre De Dios y este chef francés que trocan casas y conocimientos durante quince días cada año. Tampoco olvidemos el pasado reciente de nuestro admirado Jose Manuel en la casa del genio galo. El reto estaba servido. No tendrían el arrojo de servirnos un foie como se prepara en la casa del mejor del mundo en la materia. Y lo que consiguió el enorme chef de la Bien Aparecida no fue otra cosa que hacernos saltar las lágrimas. ¡Qué rigor! ¿Conocen ustedes esa sensación de plenitud, de gloria, de…? ¡Gracias, DIOS, gracias! Pues eso. Solamente, que yo conozca, comparable en nuestro país al confeccionado bajo los mismos cánones en Nerua por Josean Alija, Martín Berasategui o Andoni Luis Aduriz en Mugariz. INMEJORABLE.

Culto, al dente, sensible y profundo, empleando una noble materia prima potente, se sirve en mesa por un diligente, por cierto, personal de servicio en sala, siempre atentos y discretos, el arroz cremoso de becada sobre el que rayan generosamente trufa sin cesar. Un homenaje que ha querido dar el cocinero de este gran restaurante a Fermín Arrambide, uno de sus maestros.

 

Para finalizar una noche maravillosa, antes de dar las gracias a la Virgen por el milagro allí contemplado, cuatro quesos Cántabros, complementados con alborozo de una infusión de verduras rojas, se integran en un helado evocando en cada cucharada el sabor lácteo de una tierra, la suya, que siempre ha tenido presente la ganadería vacuna.

 

Jose Manuel de Dios. Apunten este nombre. Un cocinero académico que sabe lo que hace, con un gusto proverbial y un paladar exquisito. 

 

Creo en Dios.

  • Croqueta Cremosa de Lacón y huevo.Steak Tartar de Novilla.Bombón de Mejillones.
  • Croqueta Cremosa de Lacón y huevo.Steak Tartar de Novilla.Bombón de Mejillones.
  • Borraja con Brotes de Guisantes
  • Borraja con Brotes de Guisantes
  • Alcachofa, Anchoa, Oloroso
  • Alcachofa, Anchoa, Oloroso
  • Cardo Blanco Guisado con Jamón Ibérico, Caviar "Clasic",Caldo Ligero de Almendra
  • Cardo Blanco Guisado con Jamón Ibérico, Caviar "Clasic",Caldo Ligero de Almendra
  • La "Purrusalda"
  • La "Purrusalda"
  • Angulas con Cebolla y Caldo de Cocido
  • Angulas con Cebolla y Caldo de Cocido
  • Pencas de Lechuga con Lubina
  • Pencas de Lechuga con Lubina
  • Lenguado a la plancha con Hojas de Nabo
  • Lenguado a la plancha con Hojas de Nabo
  • Foie Gras "estilo" Michel Bras
  • Foie Gras "estilo" Michel Bras
  • Arroz Cremoso de Becada y Trufa Negra
  • Arroz Cremoso de Becada y Trufa Negra
  • Helado de Tres Quesos con Vinagre de Remolacha
  • Helado de Tres Quesos con Vinagre de Remolacha


Elkano en Askua

Hace un par de semanas asistí a un desnudo en toda regla. No, no se crean que fui a ese nuevo garito donde se come en pelotas, ni que me metí en un antro de farolillos rojos y luces neón. Ahora bien, la excitación superó con creces ciertos pensamientos, incluso hechos obscenos. El autor de la exhibición, Aitor Arregui, hermanado en acto culinario con Ricardo Gadea, asumiendo su papel de excelso anfitrión en una jornada reivindicativa en la capital del Turia.

Demasiado poco se valoran personalidades de esta índole. Sumidos en tiempos de la más confusa interpretación del producto, dos de los más afines defensores de sus intrínsecos valores, unen fuerzas opositando al lado tenebroso. Lo vivido en Askua, en esta exclusiva jornada, no tiene parangón. Así, el maestro parrillero, heredero del respeto y conocimiento de un hombre, don Pedro, orgulloso en plenitud allá arriba desde donde contemple su majestuoso legado, transfigura en excelso lo que naturalmente ya lo es. Nadie es capaz de mostrar con tanta honorabilidad el producto en su máxima, interviniendo con tanta crudeza e historia, honrando saberes, propiciando sensaciones, texturas y sabores. 

Se podría afirmar que el respeto por la temporalidad marca la presentación de un tartar de verdel, ahumado y cítrico, previo al grandilocuente salpicón vigoroso de bogavante y su coral, apenas perturbado por una clarividente vinagreta, antecesores de la trilogía más antológica que rescatamos de nuestra memoria; las tres cocochas, mostrando cada una sus encantos, argumentando su propia inclinación, demostrando que, en determinadas ocasiones, la decisión preferencial se hace imposible: a la brasa, rebozada y en salsa verde. Un único bocado, tratando de ajustar la barbilla del pescado con la parte superior del paladar, extasiando la sensibilidad. Otro bocado glorioso. El Joselito de los océanos. Un taco de mero a la parrilla demuestra que, además de la panceta de la dehesa, existe la de mar. Unos trocitos nítidos, indómitos, de rabo de pulpo, evidencian que no es solamente Galicia heredera de una tradición festivalera. Pero claro, allí todo el mundo estaba esperando el RODABALLO. Insuperable. El mejor que uno se pueda comer en su corta y mísera vida. Las piezas, descomunales, siendo este un gran año para su deleite. La cirugía, inaudita. El propio Aitor despieza con suma entereza y sutileza el inconmensurable pez, mostrando secretos desapercibidos para los ateos. Cada divisible fragmento muestra el exceso de bondad que esconde en sí la pieza; cada cual más pletórico y excelso, más puro y carnal, más todo y uno. No volverá a comer de la misma manera un animal acuático tras esta experiencia. Ni un Rodaballo de tal categoría si no es Elkano el que se lo presenta.

Si son afortunados y disfrutan de una cátedra del mismo Aitor Arregui aprenderán lo que no está escrito. Afirma con rotundidad el maestro, que el 2016 fue uno de los años del Rodaballo, debido al frío en las aguas que condicionó una importante ingesta del mismo, comiendo mucho pescado azul, consiguiendo un aumento proteínico, comprobable analizando los puntos blancos que emergen de su concentrado al cocinarlo. El maestro aprovecha la afortunada temporada. Inclina levemente la fuente sobre la que reposa el bicho para actuar sobre sus jugos, y con dos simples movimientos crea un pilpil, algo que no se puede hacer ni todos los años, ni en todo momento. ¡En verdad es un gran año!

Graso, untuoso; la alimentación determina su estado. En su interior, sabores y texturas diferenciadas. No es lo mismo degustar la piel blanca (la cual mira la arena) que se carameliza, que la oscura (la que refleja la mar), encontrando huesitos que determinan su autenticidad, con sus correspondientes “pepitas”, más gelatinosas, para chupar, succionar, palpar, trabajar desde la percepción.

Las carnes, más fibradas con las diferentes pieles. Ventrescas, cogote, carrillera, partes nobles, se degustan a posteriori. Porciones predilectas de padres y abuelos, sabios por consumo y experiencia. Lo mejor, sin duda, las fracciones más blandas.

Sin inventar nada, con destreza y sapiencia, actúa Arregui tal cual hijo de marinero de aquellos barcos, que no hallaban otra forma que la de asar, partiendo su degustación desde el tacto, sustentando y adecuando las piezas sobre el pan, finalizando la vianda ingiriendo el cereal absorto de sustancialidad.

La ventresca del lado oscuro, sobre la que reposa la tripa, puede presentar un puntito de amargor; sobre la ventresca del lado blanco no descansa la casquería; puede contener hebras, pero seguramente carezca de la misma acritud.

De nuevo aparecen los huesos, para morrear sin rubor, impregnando adhiriendo los labios.

El cogote o morrillo, tan apreciado en el atún por su untuosidad, en el rodaballo se muestra desemejante, abundante en filamentos, un poco hiloso, dando la sensación de estar más hecho.

También dispone el pez de papada, una curiosa cococha enana.

La carrillera, moflete o cachete, el “bocado”, tanto de la parte blanca como de la oscura, únicamente lo reciben los niños que se porten bien.

Incluso esconde un elemento que nos llega a recordar al tuétano, con sabor a cabeza de gamba.

En sí mismo, este pescado es mágico, con estructuras que transitan desde el crujiente absoluto como si de una careta de cerdo hablásemos, hasta la gelatinosidad más auténtica, pasando por fibras, asperezas, sebáceos… negando la evidencia.

Tan crecida estaba la parroquia, que hubo quien pidió a Ricardo que cogiera por un momento los mandos y nos obsequiara con una chuleta de lomo alto que Luismi tiene a bien servir a esta grandísima casa. No hubo tal suerte, así que habrá que rodar una segunda parte.

Rescataron de la vigilia una sopa intxaur saltsa (elaborada con nueces), potente, que acompaña una manzana reineta a la brasa glaseada y un delicadísimo helado de queso para dar por consumado el festín.

 

Por fin la mona y la seda se han hecho una.

  • Verdel ahumado con toques cítricos
  • Verdel ahumado con toques cítricos
  • Salpicón de bogavante y su coral
  • Salpicón de bogavante y su coral
  • Cocochas: rebozada, brasa y salsa verde
  • Cocochas: rebozada, brasa y salsa verde
  • Mero a la parrilla
  • Mero a la parrilla
  • Pulpo
  • Pulpo
  • Rodaballo a la parrilla
  • Rodaballo a la parrilla
  • Helado de queso, nueces caramelizadas y manzana reineta a la brasa
  • Helado de queso, nueces caramelizadas y manzana reineta a la brasa
  • Petit fours
  • Petit fours


Las primeras anchoas del Cantábrico; Muguruza Ardoak; Ricard Camarena

http://mvod.lvlt.rtve.es/resources/TE_SNOESU/mp3/1/9/1488709279191.mp3