SERGIO BASTARD. LA CASONA DEL JUDÍO.

  Sergio Bastard ha llegado para quedarse. Y me refiero a su espacio, que no es otro que Cantabria, su litoral, sus productos, su identidad. Y también me refiero a su establecimiento, La Casona del Judío, cada vez más suya, más personal, más su casa. Y por supuesto me refiero a su cocina. No hay muchas como ella. Sensible y sabrosa, técnica y natural, emocional y terrenal, cuidada y esencialista. Porque Sergio es distinto. Posee un don especial para crear con libertad sin olvidarse de la realidad. Capaz de recitar hasta hacernos llorar sin tener que viajar más allá de las estrellas. Es un cocinero de carne y hueso con dotes de artista. 

Y su establecimiento de Santander no deja de crecer en calidad en todas sus ofertas. Así, su proposición bistró, cada vez se acerca más a lo gastronómico que al gastrobar. Platos realmente trabajados, permisibles, con una visión amable y una elegancia gourmet. 

Pero ya saben ustedes que si quieren sentir con toda su intensidad el ánimo del chef tienen que reservar en su rincón gastronómico. Y lleven pañuelos, la emoción les abatirá. Bastard termina en vivo delante del comensal las propuestas que parten de sus vivencias, de su día a día, de aquello que lo retrotrae o inquieta. Y en ese momento en que abre su corazón y dramatiza con su historia, cada plato comienza a cobrar vida. 

El primer episodio es conmovedor. La red, pricipio y fin de la anchoa. Una malla sustenta una anchoa despojada de su grasa vegetal, permutada por una amantecada propia de pistacho, enredando untuosamente salinidades, fundidas dulcemente anexionadas con confitura de higo, polvoreada de ácido cítrico provocando una marea dentro de nuestra boca, entremezclando los sabores. Embellece el sustancioso bocado la primogénita flor de prímula abriendo las puertas del paraiso.

Sergio ama las verduras; y las propias se pulen en sus manos; las disecciona tratando de interpretar sus cualidades posibilitando exaltar sus atributos. Las ha trabajado de mil formas; ahora a 85º buscando mantener texturas facilicando que se deshaga complacientemente en la boca, un puerro se pincela con una glasa resultado de aprovechar la alubia de un cocido montañés, esculpiendo suntuosamente la pieza, envolviendo el canutillo con una lámina translúcida de tocino ibérico. ¡Así de simple! No se puede ser más esencial, es casi imposible dar más con menos. Asombrosamente, con dos elementos comunes, es capaz de deslumbrar.

Las ideas emanan de cualquier instante en la vida. Conversando con el carpintero que le diseña parte de la vajilla, nace la siguiente elaboración minimalista. Sobre las ascuas de una brasa sumerge cabezas de ajo, las cuales sirven de base de una crema emulsionada con aceite de oliva con el añadido de un jugo de lentejas. En su afán de provocar siempre una cocina fresca, límpida y placentera, doma la pasta con un calmante helado de lavanda, bañando la conjunción con el propio jugo de la lenteja. Inverosímil. Atónito comprobar la pureza versus la delicadeza. Es muy difícil atinar con tanta precisión utilizando arco y flecha. 

La honestidad también es un grado. No nos vende guisantes lágrima para la ocasión, especulando si sus virtudes son necesarias para el caso o no contraponiéndolas al gasto a realizar. Utiliza unos un poquito más grandes, y, sin dolor, los 'machaca' irrisoriamente. Primero prepara una naturalísima crema de la leguminosa, solamente de guisante y su agua, nada más, sobre la que sitúa un guisito de jugo de carico, caldo de ave, mantequilla noissete, y los guisantes en crudo rehogados un pelín, terminando el angélico plato con una marca de eneldo, anisada, característica de la casa.  

¡Qué osadía! Una sardina ahumada; una hierba del litoral, verdolaga, secundando con su acidez; el espárrago, cocinado a baja temperatura, paliando su fibrosidad, favoreciendo su masticabilidad, ligeramente ahumado, envolviendo el bocado, terminado con una emulsión del propio espárrago, un poquito de arrope...magia potagia. ¡Qué complejidad partiendo del infinito! Dulces, anisados, acidez, salinidad, en una escala de heterogeneidad y conformidad inauditas. 

Estamos ante un príncipe de la delicadeza... ¡y la enjundia! Espagueti de mar salteado, centollo, raíz de capuccina ( ligeramente picante), el jugo de la cabeza del propio centollo, conforman de nuevo una composición fresca, marina, golosa. 

Enternece solemnizando materias tan humildes que lloras solo con su presencia. Asa una cebolleta, manteniendo su textura, amplificando su dulzor, desnudándola de sus capas exteriores, glaseándola con café, contrarestando su dulzor con el torrefacto, vistiéndola aciduladamente con Óxalis, reposándola sobre una inspiradora tierra de tomillo, profundizando en una euritmia perenne. 

Para mi gusto, un buen mejillón está a la altura de cualquier otro molusco. Manteniendo su discurso, radiando con humildad, acentúa unos sobrenaturales bivalvos, los cuales son lacados con vermut, almibarando su carnosidad yódica, potenciada con una emulsión de ortiguilla, complementando el frescor del plato con unas astringentes hojas de banana y otras acuosas de hierba del rocío. 

La tradición deslumbrando en la composición. Unos arcaicos gelatinosos callos de bacalao guisados con un consuetudinario pilpil, receta que Sergio dignifica siempre que la elabora, enriquecido con el poder de la lechuga de mar y del codium, equilibrando su complexión con una astringente, acuosa, anisada tenuemente aptemia, descubren que el chef no cocina para gourmets sin alma. 

¡Qué bonito! Del Cantábrico, por supuesto. Un taco ligeramente marinado, simplemente marcado, exclusivamente bañado con su propio jugo, congénitamente emulsionado con una mantequilla blanca, y el impenitente frescor herbáceo en este caso aportado por la acedera de playa.

¡Brutal! Gustosísima la molleja de Tudanca, a la que una insondable cocción a baja temperatura enternece angélicamente, glaseada con un trascendente jugo de garbanzo, el pellizco salino, terroso, picante de la acelga roja, y la mantecosidad y acidez añadida por la reducción de suero de queso (está trabajando concienzudamente en la recuperación de este residuo, interesante trabajo del cual os hablaré próximamente).

Y los postres son lo que tienen que ser. Un primer paso refrescante: una crema de naranja, un curd de limón, la pulpa de diferentes cítricos, hinojo.  Goloso, adictivo, un merengue de leche soportado sobre una crema de dulce de leche, un helado de miel, aceituna negra, verdolaga...BUFF!!!

Compromiso, reflexión, pureza, esencialismo, complejidad simplificada premeditada harto estudiada...la obra y gracia de Sergio Bastard trasciende el hecho gastronómico. 

 
  • La red, Principio y Fin de la Anchoa.
  • La red, Principio y Fin de la Anchoa.
  • Puerro y Tocino.
  • Puerro y Tocino.
  • El Ajo y la Lavanda.
  • El Ajo y la Lavanda.
  • Guisantes estofados.
  • Guisantes estofados.
  • Espárrago blanco y Sardina.
  • Espárrago blanco y Sardina.
  • Espagueti de Mar y Centollo.
  • Espagueti de Mar y Centollo.
  • Cebolleta glaseada, Oxalis y Café.
  • Cebolleta glaseada, Oxalis y Café.
  • Nuestra Visión del Mar.
  • Nuestra Visión del Mar.
  • Callos de Bacalao, Codium y Aptemia.
  • Callos de Bacalao, Codium y Aptemia.
  • Bonito, emulsión de bonito y Acedera de playa.
  • Bonito, emulsión de bonito y Acedera de playa.
  • Mollejas de Tudanca glaseadas, Suero de Queso y Acelga Roja.
  • Mollejas de Tudanca glaseadas, Suero de Queso y Acelga Roja.
  • Cítricos.
  • Cítricos.
  • La Leche y la Miel.
  • La Leche y la Miel.
  • Petit Fours.
  • Petit Fours.


BORKONYHA WINEKITCHEN

En una de las ciudades más bellas de Europa como es Budapest, regada por el Danubio, a escasos metros de la Basílica de San Esteban, un espacio iconoclasta, Borkonyha WineKitchen, bullicioso, que muestra una cocina húngara contemporánea, aires de bistró y esencias nórdicas, rinde culto al vino. Amplia y flexible bodega, con una predominante representación local, un servicio informal, que ofrece el consumo in situ o la venta de botellas para su gasto en el hogar.

Producto fresco, diversidad local sin ninguna barrera, aperturismo global, enfoques y técnicas modernistas en pro de la sabrosura y el deleite. 

En este ambientado local se valora por igual el disfrute del vino como de la comida. Y a eso acuden en masa sus clientes, a disfrutar, a dejarse llevar por los aromas y sabores de la copa y del plato, en perfecta armonía, lo que nos lleva a cuestionarnos que fue antes, si la sed o el hambre, si nuestra atención se focaliza en el trago largo o en el corto, si lo sólido acompaña y lo líquido ilustra, en un establecimiento cuya oferta quita el hipo. Si la selección es la adecuada, disfrutaremos, jugaremos a conjuntar, a maridar lo uno con lo otro, pues todo se presta a ello. 

Su cocina se basa en elaboraciones muy poco desfiguradas, con un respeto clasicista al producto principal (carnes o pescados) en cuanto a manipulaciones, con aplicaciones técnicas a favor de una juiciosa sorpresa para sus acompañamientos; eso si, únicamente con la interacción de tres o cuatro elementos, propiciando un juego de texturas y simplicidad gustativa. Así, un hígado de pato se marca, provocando una costra crujiente, manteniendo muy al límite, cuasi sangrante y caliente el interior, conservando intacta la suculencia de la pieza, asociándola a un juego de guisantes: en una suave y naturalmente dulce crema, liofilizados unos, apenas tocados los otros, incluso coronando con su propio brote en un aprovechaminto monotemático de la leguminosa; un plato entendible, ilustrado para los gourmand, terrenal para los wine lovers, agradable en cada caso. Ojo, de este modo se abre un menú degustación, con un ataque directo en toda regla, sin florituras ni miramientos, porque aquí se viene a beber y a comer, no a perder el tiempo. Gustosísimo, evocador, regenerante, el consomé de paloma, que se jarrea al instante sobre el resto de la composición, humeando y acrecentando sustanciosamente el fondo de la cerámica, que esconde, con una personalidad apabullante todo el sabor de la pierna confitada, la terrosidad en un dado de remolacha o el umami del jamón, mangalica seguramente para la ocasión. Aprovechando la coyuntura habíamos escogido un menú argumentado en platos de carne, aunque se nos ofreció la alternativa de otro con un protagonismo absoluto de pescado, incluso uno vegetariano. Aunque lo cortés no quita lo valiente, también invita la degustación a otro tipo de chicha. Un desafiante filete de lucioperca, comprimido, habitual de las cocinas de la región, figura emparejado a dos elementos preservando la línea de trabajo predominante de la alta restauración del país, basada en el no sobrecargo de elementos distorsionantes en el plato y el juego de texturas en los acompañamientos, zanahoria y jengibre, para este caso, con un disociante restallante de queso. Recuperando la carnosidad terrestre, un jugoso escalope de ternera se maquilla con la simplicidad de una variación de la coliflor, colorista, naturalista, exponiendo el discurso limitado a sus notas esenciales. La pirueta la reserva el chef para el último de los salados. Así, un lomo de corzo y jabalí, se combinan compartiendo protagonismo en la obra, discriminando el orden y la conjunción, estimulando a la anárquica mezcolanza cítrica y de un etéreo bizcocho, difícil, salvajemente herbáceo, de perejil, siguiendo en comitiva a los actores principales. Un cremoso postre, de nuevo articulado con un par de elementos, cereza y queso cottage, dando continuidad al mismo mecanismo de construcción imperativo en lo conceptual de la casa, imaginando texturas y diversas apariciones de un mismo ingrediente, ponen fin a una agradable comida en la que el vino alzó la voz, y el plato escuchó con estima y entusiasmo el canto de Baco.

  • Hígado de pato crujiente con guisantes
  • Hígado de pato crujiente con guisantes
  • Consomé de paloma, pierna confitada, la remolacha y el jamón
  • Consomé de paloma, pierna confitada, la remolacha y el jamón
  • Filete de lucioperca con texturas de zanahoria y jengibre
  • Filete de lucioperca con texturas de zanahoria y jengibre
  • Escalope de ternera con la variación de la coliflor
  • Escalope de ternera con la variación de la coliflor
  • Lomo de corzo y jabalí con cítricos y torta de perejil
  • Lomo de corzo y jabalí con cítricos y torta de perejil
  • Cereza y queso cottage
  • Cereza y queso cottage