Comer Mejor Revalorizando lo Barato

En el espacio de Rafa García Santos nos habla de los distintos tipos de roscones que se elaboran en nuestro país y de comer mejor revalorizando lo barato (06/01/2013)

 

 

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9

Château La Gaffelière


Château La Gaffelière

Type: Tinto
Pays: Francia
Région: Burdeos. Saint-Emilion.
Localité: 33330 Saint-Emilion
Adresse: Château La Gaffelière
(+33) 0557247215
Année de création: Siglo XI
Production (bouteilles): 120.000 botellas
Surface de vignoble (Ha): 22 hectáreas en Saint Emilion
Marques: Château La Gaffelière
Prix à la carte: 130 €


  La familia Malet Roquefort, lleva viviendo desde hace 4 siglos en Saint-Emilion, siendo reconocida como la más antigua de la zona, mientras que el Château en sí data del siglo 11. Situado justo al sur de St. Emilion, entre Château Ausone y Château Pavie, obstenta la consideración de 1er. Grand Cru Classé

Un vino de raza y larga vida, que se esta expandiendo y que alcanzara su plenitud a partir de 2014. Probablemente el mejor La Gaffelière que se pueda probar, comparable a los históricos 61 y 47. Exuberantes aromas, que evocan a moras y cerezas negras, bien maduras, también a grafito, regaliz, especias y barbacoa. Admirable elegancia, profundo y preciso, pleno y amplio, en todo momento armónico, con una atenuada tanicidad y una estimulante personalidad del terreno y territorio, que siempre definen a los grandes Burdeos.
80% merlot y el resto  cabernet sauvignon y cabernet franc.

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7

Huevo Frito La Cocina de Senén


SAGARTOKI

Pays:
Localité: 01005 Vitoria-Gasteiz (Alava)
Adresse: Prado, 18.
(+34)945288676
Prix à la carte: 9,25 la caja de 6 unidades


 Senen González sigue allegando su afamada cocina de gastrobar al Gourmet. Tras deleitar a los comensales con su deliciosa de patatas congelada, que sorprendentemente preservan toda la jugosidad y el sabor típico de tan famoso condumio, vuelve a echarnos una mano en los fogones con otro de pinchos estrella de su afamada tasca vitoriana, Sagartoki, uno de las mejorcitos del país. No en vano ha ganado el Campeonato de España de Tortilla de Patatas “Tescoma” y en dos ocasiones a la Mejor Barra de Pinchos y Tapas de España “Cruzcampo”, premio que valora un conjunto de fórmulas.
Para esos momentos en los que una visita nos sorprende, cuando no nos apetece cocinar pero sí comer bien o, simplemente, para disfrutar de un manjar en apenas cinco minutos, con esa idea nos brinda su celebérrimo 'huevo frito con papatas y bacon”. Se trata de una creación innovadora que traslada a un sólo bocado todo el sabor de uno de los platos más ricos y populares, los huevos fritos con patatas y bacon, preservando el sabor popular y transformando la forma, un tanto vanguardista: una especia de ravioli redondo, a imagen y semejanza del huevo, con la cáscara en dos capas, la exterior de patata y la interior de bacon, que protegen la yema, que mantendrá el carácter líquido siempre que se fría con destreza. Para lograrlo, hay que descongelar el paquete, mantenerlo en el frigorífico y sumergir las unidades, de una en una o de dos en dos, de pocas en pocas, en abundante aceite hirviendo apenas unos segundos, hasta que se dore la patata. ¿El resultado?, repetimos, una explosión de sabor y texturas en boca en la perfecta armonía que representa la mezcla de la patata crujiente, del bacon fundente y la yema líquida.
En Madrid se puede conseguir el los puestos 13 y 14 del Mercado de San Miguel y en las tiendas de El Corte Inglés.



7

Paté de Hígado de Oca Delicass


Paté de Hígado de Oca Delicass
DELICASS SDAD. DE ALIMENTACIÓN,S.A.

Pays: España
Localité: 48195 Larrabetzu (Vizcaya)
Adresse: Barrio Legina, s/n.
(+34)944557036
Prix à la carte: 1,5 el tarro de 200 g.


  En la etiqueta aparecen dos nombres, el arriba señalado y el de mousse de foie d´oie, aunque los dos son validos por definitorios, quizás el frances refleje en mayor medida el espíritu del producto, pues tanto el sabor como la textura responden a lo que se ha venido considerando en charcutería una mousse. Refinada y suculenta, constata el gusto a hígado de palmípedo, si bien aparecen muy bien integrados y en perfecto equilibrio todos los elementos: foie gras de oca (20%), hígado de pollo, tocino, agua, huevos, sal, pimienta blanca y azúcar. La gran cocina que hay detrás de este producto se aprecia también en la consistencia, delicada, cremosa, mantequillosa…evanescente dentro de su carácter.



7,5

Paté Puro de Canard (Pato) Lafitte


Paté Puro de Canard (Pato) Lafitte
LAFITTE FOIE GRAS SAS

Pays: Francia
Localité: 40500 Montaut (Landes)
Adresse: 455, Route du Béarn
(+33) 0558764048
Prix à la carte: 3,5 € el tarro de 180 g.


  Esta archiprestigiosa empresa, que se dedica desde 1920 a preparar foie gras y demás delicadezas del pato y la oca, nos tienta con un producto genuino de la campiña francesa, que manifiesta a las mil maravillas la tradición charcutera landesa, eso sí, refinada en su suculencia. Atesora, como en todas las elaboraciones de la casa, buen gusto y técnica, preservando la autenticidad. Responde plenamente a las expectativas que se esperan de un paté de pato culto y, a la vez, tradicional. Textura carnosa, con tropezones, que se desvaneacen en boca. Elaborado con carnes y grasa del palmípedo; también con su hígado; además de huevos; caldo de apio, hierbas y especias; cebolla; ajo; armagnac; sal; pimienta; almidón y gelatina. Carece de colorantes y conservantes.



8

Rillettes de Pato Lafitte


Rillettes de Pato Lafitte
LAFITTE FOIE GRAS SAS

Pays: Francia
Localité: 40500 Montaut (Landes)
Adresse: 455, route du Béarn
(+33) 0558764048
Prix à la carte: 3 € el tarro de 180 g.


  Histórica empresa de La Landas, cuya andadura y saber hacer se inician en 1920, dedicada al foie gras y demás productos del pato y la oca, que son los que han contribuido a su reputado prestigio. Entre otras nos ofrece esta especialidad del territorio, en verdad rústica y suculenta, eso sí, refinada en su sustanciosidad. Hace gala de buen gusto y técnica preservando la autenticidad. Elaborada exclusivamente con carnes y grasa del palmípedo, salpimentadas, que se mascan y llenan la boca. Se puede comer como se quiera, empezando solas sobre o junto a unas láminas de pan tostado, siempre servidas las carnes a temperatura ambiente. Ha merecido la Medalla de Oro en el Concurso General Agrícola de 2012 celebrado en París.



Gastronomía Equívoca del Quijote

 José Rosell Villasevil

Se ha pretendido de manera continuada, seguramente por personas de buena voluntad, ver en la crónica cervantina de la realidad manchega del S. XVII, cualidades inexistentes cuya verdadera cara conoció, padeció y quizá lloró el propio Cervantes, y que como cronista excepcional de su época, así como filósofo y sociólogo futurista, nos describe y pinta con el bello realismo, descarnado a veces, de lo que es paradigma su obra inmortal.
En la Mancha del Quijote no hay gastronomía tal como ahora se entiende o se pretende, hay hambre, hay penuria, hay falta de materia prima comestible. Recordemos sin más la austera dieta del hidalgo acomodado, don Alonso Quijada, quien muestra un buen, aunque modesto pasar, en la milagrera administración del Ama con «Una olla (diaria) de algo más vaca que carnero (porque la carne de vacuno era más económica), salpicón las más noches (el sobrante de la carne del mediodía en ensalada), duelos y quebrantos los sábados (despojos de las aves y casquería de las reses, todo cocido y sancochado), lentejas los viernes y algún palomino de añadidura (en la olla cotidiana) los domingos». Todo ello, no obstante, se llevaba las tres cuartas partes de la hacienda del modesto hidalgo.
La planificación alimenticia del que pronto iba ha ser don Quijote, es francamente equilibrada, si se pone a prueba con los «menús» de la «hotelería» (ventas y posadas) y «hostelería» (figones, mesones y ventorros) de la época, por no hablar de los malos arreglos que soportaba la ciudadanía de a pie, compuesta en su mayor parte de labriegos, ganapanes, arrieros, pícaros, truhanes y mendicantes.
Las malas cosechas traían como consecuencia la hambruna y tras de ésta, como fiel aliada, la peste. Ésa es la triste realidad en la Mancha del Quijote.
En la horrorosa venta donde nuestro héroe es armado caballero -«Si vuestra merced, señor caballero, busca posada, amén de lecho (porque en esta venta no hay ninguno)», advierte el socarrón ventero- y donde se le ofrece como único plato, «pues a dicha acertó ser aquel día viernes», unas raciones de «bacallao, truchuela o abadejo, mal cocido y peor desalado, y un pan más negro y mugriento que sus armas».
¿Acaso no es esta la brutal parodia de los pueblos manchegos, prácticamente desabastecidos, con la difícil llegada de pescado fresco, sobre todo en verano, como a la sazón era, y con la obligada contingencia de tener que cumplir con la abstinencia de los viernes y con la semiabstinencia de los sábados? Muchos años después, sería la providencial patata liberadora de muchas de éstas bíblicas hambrunas.
En tiempos de don Quijote, solía ejercer de santa Rita milagrosa el llamado «Chocolate de la Mancha» o «Merced de Dios» (tocino frito en su propia grasa revuelto con huevos), del que Teresa Panza manda a Sanchica «cortar adunia» (cuantiosamente) para obsequiar, debida y gastronómicamente, al paje de los señores Duques que les visita.
El queso «ovejuno» (hoy emblema glorioso de La Mancha) o el de cabra, áspero como carrasco y «más duro que hecho de argamasa»; el «tasajo como puño» de la cena de los cabreros que tan rústica y generosamente convidan a don Quijote y a Sancho, son algunas de las exquisiteces del arte culinario que nos vamos encontrando al paso de las realistas páginas del magnífico libro.
En la venta de Juan Palomeque el Zurdo, agobiados los venteros por los numerosos huéspedes de calidad que en un momento dado se le juntan, en torno a don Quijote, merced a la privilegiada situación geográfica del grosero negocio, el feraz y pastoril Valle de Alcudia, se solucionarían los yantares extraordinarios a base de cordero, fatalmente guisado, con seguridad, por la más que sucia Maritornes.
Y cuando se les ofrece a nuestra singular pareja la especial circunstancia de un lugar apacible, casi conventual, como es la casa solariega del Caballero del Verde Gabán, es tan insólitamente bueno el yantar servido, que Cervantes se limita definirlo con solo tres palabras: «limpio, abundante y sabroso».
Lo de las Bodas de Camacho, parodia inequívoca del derroche de la Corte y el de sus adláteres de la nobleza, no es gastronomía precisamente, es un canto siniestro a las carencias del pueblo, representado en los rimeros de panes y de quesos, así como en las perolas inmensas donde se cuecen enteros los pavos, gansos, gallinas y otras grandes aves, donde hay terneros rellenos de cochinillos, asándose espetados, donde hay incontables zaques de generosos vinos, donde se fríen dulces de masa en calderas de aceite, «tan grandes como las de un tinte» y se orean colgadas infinita variedad de avecillas. Es la denuncia legítima de esa manifestación de la fuerza económica contra la pobreza lacerante en el más grande y poderoso, por entonces, de los imperios de la tierra. Es el humilde, pero ingenioso Basilio el Pobre, quien se ve impedido de mantener su relación amorosa con la bellísima Quiteria. Es la soberbia exhibicionista de los poderosos, pisando la dignidad humana de los súbditos indefensos.
Que nadie invoque los textos del Viejo Testamento como paradigma de los derechos humanos, ni eche mano del Quijote para exaltar la antigua Mancha como hija caprichosa de gollerías y madre generosa de sabrosos manjares. Ni siquiera el vino del Quijote, ese a quien Sancho califica de “hi de p.” para sublimarlo, es comparable con el que ahora se desecha para fines industriales, no de boca, merced la floreciente vitivinicultura castellano–manchega. Sancho pregunta si el vino que le ofrece Tomé Cecial es ciudadrealeño, luego de de haber alzado la bota al aire y mirado a las estrellas largo rato, ¿qué epíteto hubiese lanzado de haber bebido un delicioso Valdepeñas actual, por ejemplo, o degustado otro, fabuloso de la D. O. La Mancha, por no ir más lejos?
En medio siglo, nuestra querida Comunidad ha avanzado en el terreno de la enología más que en el resto de toda su existencia vinatera, extensible al mundo gastronómico, agroalimentario y hostelero que, como hubiese dicho nuestro genial alcalaíno, «no la conocería ni la madre que la parió». ¿Tiene algo que ver con la dura altiplanicie que los árabes identificaran, cariñosamente, como la «tierra seca», en recuerdo de sus ásperos y desérticos terruños?
Los restaurantes de carretera, bien dotados, sustituyen ahora a aquellas horribles ventas que obligaran decir a santa Teresa viajera aquello de que «la vida es una mala noche en una mala posada».
Cada pueblecito manchego hoy, por muy pequeño que sea, nos va a sorprender con un lugar cómodo y acogedor donde nos servirán unas apetitosas viandas. ¿Nombres?, sería interminable un relato de tanta grandeza, mas para muestra valgan algunos ilustres botones, sin detrimento de los que se omiten por obvias razones de espacio.
Situémonos en el corazón de La Mancha cervantina, Alcázar de San Juan, con los fabulosos restaurantes «Las Tinajas» y «La Mancha»; con «La Cueva de la Martina» en la Villa de los auténticos molinos del Quijote, Campo de Criptana; «Dulcinea» (nombre mítico evocador) y «El Rincón de la Mancha», en El Toboso; «El Quintanar», en nuestro querido pueblo de Andresillo y de los Perros de don Quijote, Quintanar de la Orden, o, en plena encrucijada cervantina, Villacañas, con uno de los referentes gastronómicos más extraordinarios de toda la región: El Restaurante «Casa Montes».
Estamos en plenas condiciones de ofrecer lo mejor de la gastronomía a nuestras gentes y a nuestros visitantes, porque hemos aprendido, leyendo El Quijote con sereno talante y rigurosa objetividad, a hacer lo contrario de lo que vemos en las imágenes superrealistas que Cervantes nos desvela respecto a la Mancha de su tiempo. Hay que ir dando pasos seguros adelante hacia el progreso, sin olvidarnos nunca de nuestro eterno y glorioso pasado, «con sus tachas buenas o malas», que diría Cervantes. Quien no lee con atención el Quijote, puede cometer el error de volver a ese tiempo sombrío que con tanta precisión satiriza el Príncipe de los Ingenios.
Y para quienes desconozcan la realidad gastronómica actual de Castilla -La Mancha, con una buena edición del Quijote en la mochila, desde luego, que comiencen su andadura por las capitales de sus cinco provincias, visitando en Toledo a «Adolfo», en Cuenca «El Figón de Pedro», en Ciudad Real «Santa Cecilia», en Albacete «Casa Mario», en Guadalajara «Amparo Roca», entre otras numerosas y estupendas opciones.
Feliz viaje y buen provecho, viajero, y no olvides nunca la opinión al respecto de la mujer de Sancho: «La mejor salsa del mundo es el hambre, y como ésta no falta a los pobres, siempre comen con gusto». Palmaria verdad de su tiempo manchego.



La Granada, Mi Fruta de Final de Año.

03/01/2013 - Caius Apicius

 No hay duda de que para la abrumadora mayoría de consumidores españoles la fruta más ligada a la noche de Fin de Año son las uvas; para mí, sin embargo, que hace años que prescindo de ellas a la hora de las campanadas, la imagen frutal de esa noche es la granada.
No tiene nada que ver con que el día 2 de enero de cada año se conmemore la entrada de los Reyes Católicos en la ciudad de Granada, que no me negarán que es una buena coincidencia. No. Sucede que llevo años poniendo en mi mesa esa noche una ensalada en la que los granos de granada son ingrediente fundamental.

Granada. Al parecer, llevamos cultivándola unos cinco mil años. Su árbol, quiero decir, que algunos ven más como ornamental que como frutal. Ya había granados, según parece, en los jardines colgantes de Babilonia. Aparece la granada varias veces en la Biblia.
Tiene sitio hasta en la antigua mitología griega: fueron unos cuantos granos de granada los causantes de que Perséfone, hija de Démeter y Zeus raptada por Hades, deba pasar cada año en el submundo tantos meses como granos tomó durante su regreso a la Tierra. Digamos que, según esa misma mitología, el primer granado lo habría plantado la mismísima Afrodita.
También sale mucho la granada, ya en plan gastronómico, en "Las mil y una noches"; fue y sigue siendo un fruto muy apreciado por los pueblos árabes del cercano oriente, entre otras cosas porque se conserva muy bien en climas desérticos por la fortaleza de su "envoltorio". Hay referencias a sus granos, a su jugo, muy refrescante... y hasta a los granos de granada con los que el hijo del médico de Harún al-Raschid cebaba gallinas que luego le cocinaban con jengibre.
Hay que añadir que la granada fue llamada por los romanos Mela punica o manzana cartaginesa, porque fueron los fenicios (púnicos) quienes llevaron el granado (Punica granatum) a Cartago y, de rebote, a Roma. Añadamos que la granada tiene el privilegio de figurar en los escudos de España (representando al Reino de Granada) y de Colombia, que se llamó Nueva Granada durante el Virreinato y, hasta 1858, como república independiente.
La granada se lleva muy bien con las aves. Es una agradable compañía para unas codornices, por ejemplo; bien es verdad que estas avecillas agradecen mucho la escolta frutal, desde las cerezas en verano a los arándanos y otras bayas.
Ustedes desplumen, chamusquen, limpien y salpimienten cuatro pares de codornices. Pongan a calentar en una cazuela un poco de aceite de oliva y, si por casualidad la hubiere, una cucharada pequeña de grasa de oca, o de pato. Doren ahí las aves, retírenlas y resérvenlas.
En la misma cazuela, sofrían una cebolla; cuando se dore, retiren casi toda la grasa y añadan un tomate, sin piel ni semillas. Dejen que se convierta en puré. Pongan entonces nuevamente las codornices y la mitad de los granos de una hermosa granada. Añadan un buen caldo de ave, y dejen cocer treinta minutos.
Comprueben el punto de las aves; si ya están tiernas, retírenlas y pasen la salsa por un colador chino. Si es necesario, redúzcanla un poco. Viértanla sobre las codornices; decoren con el resto de los granos de granada, pónganles un toque verde, como una ramita de romero, y llévenlas a la mesa. Un plato delicioso.
Cuentan que Fernando el Católico, irritado con los nazaríes, dijo aquello de "desgranaré uno a uno los granos de esa Granada". Pues... como metáfora le quedó muy bien, pero qué trabajera. Mejor corten al medio la granada, en horizontal; colóquenla con el corte hacia abajo, sobre un plato, y golpéenla con decisión con un objeto contundente: los granos caerán por sí mismos, no diré que de golpe, pero sí que más fácilmente que a mano.
La ensalada. Su base, una buena escarola, que aporta su grato amargor. La granada, con su color, su punto acídulo y su textura. Otra textura y sabores los ponen unos dados de pan que habremos secado en el horno, rociados con un aceite aromatizado con ajo y guindilla que siempre hay preparado en casa para estos menesteres.
Completan el reparto, con nuevos colores y sabores, unas lonchas de salmón ahumado (lonchas, no virutas) y el aliño de aceite virgen, unas gotas de limón (añadan el zumo que haya podido soltar la granada al desgranarla) y una pizca de sal. No unten la ensaladera con ajo: basta el aroma que dan los "croûtons".
En las copas, burbujas. No les preocupe que sean dióxido de carbono: es su cara buena. Eso sí, que el vino que las contiene sea lo más "brut" posible y esté bien frío. Y, ya puestos, seguiremos con la copa de jugo de estrellas, según feliz expresión atribuida a su descubridor, el benedictino Dom Perignon, para celebrar el cambio de año como lo celebra la mayoría de los habitantes del planeta: con uvas, sí... pero hechas champaña o cava.
Doce campanadas, doce sorbos. No sé si con doce deseos o doce buenos propósitos, pero, al menos, con la esperanza de que el nuevo año nos resulte, a todos, bastante menos hosco que el que hemos vivido los últimos doce meses. Brindo por ello.
Caius Apicius. EFE.